Por Horacio Peña
Domingo de resurrección:
José fue a ver a Pilato y le pidió
el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó
que se lo dieran, y José tomó el
cuerpo, y lo envolvió en una sábana
de lino limpia.
San Mateo 27:58
– “Es el rostro y el cuerpo
de un hombre de unos treinta años,
que sufrió y padeció
la horrible muerte de la crucifixión”-,
afirma alguien.
Un rayo de luz atraviesa la puerta,
cerrada a cal y canto.
Se escuchan pasos que se acercan
caminando sobre el aire
sin tocar el aire
– “Vengo,
dice el hombre transfigurado,
todo radiante y resplandeciente,
vengo, repite,
a llevarme mi santo sudario,
para ofrecérselo
a mi Padre y a mi Madre, que están
en el cielo- “.
“Es El,
exclamaban
los que se acercaban
para ver más de cerca,
y poder tocar,
la Santa sábana de lino blanco,
donde envolvieron
el cuerpo de Cristo crucificado,
después de su descendimiento de
la cruz.
– “Es El,
todavía sale sangre y agua de su
costado,
exclaman.
Es El,
Es el verdadero Hijo de Dios”-,
claman con fe, esperanza y caridad.
El hombre transfigurado,
-todo radiante y resplandeciente-
desaparece de pronto,
con su santo sudario,
arrebatado en un carro de luz,
lleno de ángeles que cantan:
“Bendito sea,
El que viene
en el nombre del Señor.
Hosana en las alturas
Aleluya, Aleluya, Aleluya.
HPEÑA-marzo 2023.