José Antonio Luna

¿Cómo puedo verme condenado a hacerte sufrir tanto? Así comienza Rainer María Rilke, (1875-1926) la carta a “Merline” la pintora, Baladine Klassoeska, el último gran amor del laureado poeta Austriaco, quien seis días antes de su muerte ocurrida el 29 de diciembre de 1926 escribió su última carta y despedida a la pintora a quien también escribió su famoso testamento.
La colección de carta de Rilke a Merline, la mayoría escritas en francés, fueron publicadas en 1950 bajo el título “Letters francaises a Merline”.
Rainer María Rilke sigue sorprendiendo a la humanidad. Su colección de 22 cartas es un ejemplo del genio de este poeta que no pasa de moda… cada día es más vigente.
Rilke, el poeta de lengua alemana más traducido, en sus “Cartas del vivir” (Colección Magoria, Ediciones Obelisco, Barcelona, 3ra. edición 2002), externa su inquietud permanente por la suerte del mundo estremecido por los cambios sociales y políticos que trajo consigo la primera guerra mundial en Europa (1914-1917).
Dios, la muerte, la creación, la tristeza, la esperanza, la soledad, son los tópicos que el poeta alemán, profundiza en su colección de 22 cartas; que realmente son la continuidad de las diez primeras epístolas publicadas en “Cartas a un joven poeta” (Obelisco, Barcelona, 2da. edición, 1997.)
“Las cartas a un joven poeta” fueron publicadas por primera vez (en 1929 tres años después de la muerte de Rilke), por su amigo y admirador Franz Xavier Kappus (1883-1966), quien los conservaba desde su época de estudiante. Las diez misivas fueron recibidas por Kappus entre 1903 y 1908. Después de ese tiempo Kappus perdió contacto con Rilke, pero como homenaje póstumo a su amigo decidió publicar las “Cartas a un joven poeta” que fueron la ventana para que el mundo conociera las hermosas epístolas cargadas de fe, esperanza, vida, luz.
Las cartas de Rilke, (cartas del vivir) dirigidas a poetas amigos, familiares y las mujeres que amó especialmente Merline; son como el canto de un ruiseñor en la soledad de una rama. Las epístolas del joven poeta escritas durante sus viajes por Paris, Berna, y otras ciudades, son mensajes de un visionario que no quiere vivir el terror de la soledad.
“Si la muerte, en el momento en que nos hiere, y sacude, encontrase confiado al más humilde de nosotros (y también desnudo de espanto) con que intimidades se entregaría a él, al fin. Bastaría con un simple impulso, con una breve supresión de los prejuicios, y ya estaría la muerte dispuesta a confidencias infinitas que domarían nuestra aprensión y nos obligarían a acogerla con una anhelante espera”. (Fragmento de carta a Claire Goll (Liliane) desde Berna, 1923.)
Rilke expresa en bellos párrafos el deseo intenso de no ser olvidado por la gente de su entorno. Debido a sus incesantes cambios de domicilios, sus cartas eran el hilo de conexión con la gente que conocía.
La colección de 22 cartas, son la ventana a una existencia profundamente enamorada de la vida. En esas epístolas Rilke, un aventurero incansable, un cazador de ilusiones refleja el optimismo que sigue reclamando el mundo a los intelectuales. Sus cartas al igual que sus poemas son reflexiones filosóficas cargados de mensajes a la rebeldía a no rendirse ante los reveses. A no claudicar ante la injusticia, la desigualdad, la pobreza, la guerra.
Sencillas, llenas de franqueza, estas epístolas de Rilke tienen la magia de transportarnos a un estado de ansiedad y como en un torbellino llevarlo después a la relajación, a la meditación, a la aceptación de una realidad que para millones de seres es triste, sola, inconforme.
Rilke, un buscador incansable del SER y los misterios de existencia es quizás después de San Francisco de Assisi, la versión mundana del predicador que espera respuestas inmediatas a sus necesidades espirituales, y razones a su existencia.
“El pecado, sin duda, es el más extraño rodeo para llegar a Dios: ¿por que quienes nunca lo han abandonado deberían ponerse en marcha para encontrarlo?” (Fragmento, Carta a Ilse Jhar (una joven lectora desconocida) Valais. Suiza, 1923).
Las prosas de Rilke pueden ser el bálsamo para el alma del enamorado. Consuelo para el enfermo que sin nadie que lo cuide; suena con su pasado en la cama de un hospital. Aliento para el anciano que espera su final en una sala de una casa de ancianos o para el demente que sobrevive en un hospital psiquiátrico.
¿Qué suerte de vida le tocó vivir a Rilke?
Su realidad es un misterio. pero sus cartas son mensajes profundos de fe y esperanza; son mensajes llenos de amor y una fe vivida a un Dios sin naciones, un Dios sin rostro, sin ideologías, un Ser Supremo amante, benévolo, siempre accesible.

Vivo mi vida en círculos concéntricos
Que encima de las cosas se dibujan,
El ultimo quizá no lo complete,
Pero quiero intentarlo.
Giro en torno a Dios,
de la torre antiquísima.
Durante miles de años voy girando,
y todavía no se: ¿Soy halcón?
¿Soy tormenta? ¿O bien, soy un gran cantico?
El libro de Horas.

Tampa, Florida, noviembre 2005.