CONVERSANDO CON EL POETA GUILLERMO MENOCAL

Por José Antonio Luna

El poeta Julián Guillermo Menocal Gómez (Granada, Nicaragua, 1946-), prolífero, ameno, creativo y bohemio además de portalira, es un excelente escritor de cuentos cortos…un armonioso prosista, novelista y especialmente un narrador de finales sorprendentes. Hace décadas en un comentario que hice a su libro de poesía-Intrínseco Ser- publicado en 1995– que releo de vez en cuando- dije que: “La poesía Menocalesca, metafísica, mística, mitológica es la conjunción de experiencias vividas y aprendidas en el largo peregrinar por la vida de este intelectual nicaragüense. Son poemas de profundo contenido social. Pese a la lejanía de la patria y su amor al arte puro, el poeta no puede escaparse de la realidad político-social de aquí y de allá. Es así como en el poema “El hombre y el Truck”, sintetiza la lucha del hombre por su subsistencia”.

Entre chatarras y basuras vi un hombre muy añoso
Sentado pensativo quieto grave
junto a un desvencijado y sarroso truck.
En “Testimonio de los desdichados”, clama por los que tienen hambre y sed de justicia. 
Somos los infortunados desdichados
que pedimos compasión y justicia.
Nuestra es la fatal miseria
del estrecho estado indigente en que vivimos.

Con los años, con la madurez y los golpes de la vida, el poeta Menocal optimizó su literatura. En el prólogo al libro La Naturaleza del Ser publicado en 2007, el dariista Ricardo Llopesa (Masaya, Nicaragua 1948-Valencia, España 2008) escribió de Menocal: “Lo que Guillermo Menocal demuestra en sus poemas es la pluralidad del hombre o el poeta para expresar en términos distintos los acontecimientos personales, su tragedia, soledad o angustia. Decirlo, pero con cruda palabra real, nombrando cada cosa por su nombre. Desde esta perspectiva, en los poemas de Menocal desfilan, a medida que avanzamos en la lectura del libro, personajes, amigos, familiares, ciudades, en dos planos. Su vida de sueños en Nicaragua y esa otra nueva en los Estados Unidos. El poeta se bifurca estableciendo un balance entre pasado y presente, y el futuro es una lectura de su propuesta”.  El laureado poeta Horacio Peña, destaca en el extenso carta-prólogo del revelador libro de Menocal, “En la gran Sultana y otros relatos”, Editado por el poeta y académico Francisco Arellano Oviedo, Managua, 2013, que: “Guillermo es el viajero que vuelve, no tan solo a su ciudad, sino a las cosas y a la gente que poblaron las calles, barrios, rincones, parques de su ciudad. Vuelve con el miedo de enfrentarse a su pasado, miedo porque lo que era ya no es, y nosotros, los de entonces, ya no solos los mismos, pero también regresa con alegría, porque volver es vivir de nuevo. Si partir es morir un poco, retornar es vivir y morir al mismo tiempo. Renacer… Todo el libro de Guillermo Menocal es ahondar en la existencia humana sea en alguna ciudad nicaragüense, específicamente Granada o en cualquier otra ciudad…”

Menocal, integra una trilogía de intelectuales granadinos-de la Granada de nicaragua: bucólica, colonial, histórica que sobrevive en el tiempo en las orillas del gran lago Cocibolca, custodiada eternamente por el cono soberbio del volcán Mombacho-que descollaron a finales de 1960 antes del terremoto de diciembre de 1972 que cambió totalmente la vida literaria nicaragüense. Guillermo Menocal, Jorge Eduardo Arellano y Noel Rivas Bravo-los tres- de sólida formación académica, son actualmente los representantes sobresalientes de esa generación de escritores y poetas granadinos insuperables, definitivamente.    

Esta es la primera parte de la entrevista para la historia con el doctor en literatura Julián Guillermo Menocal Gómez.

¿Cómo le nació el amor por la poesía? digamos por la literatura.

Fueron los poemas de Rubén Darío los que despertaron en mí ese gusto, esa emoción, ese amor por la poesía. Recuerdo que cuando tenía unos ocho años, llegó a mis manos un libro de Ildo Sol (Ildefonso Solórzano Ocón, a quien conocí y visitaba su casa en 1970; él fue yerno de Güichito Darío Sánchez), titulado: “Rubén Darío y las mujeres”. En ese libro leí y aprendí de memoria varios poemas de Darío. Con Rubén me nació ese amor emotivo por la poesía. Más tarde conocí a otros poetas españoles y latinoamericanos; pero antes de entrar en la temprana adolescencia, mi amistad con Noel Rivas Bravo, quien era un gran apasionado por la literatura y yo, receptivo y tocado al mal, me transmitió ese exquisito gusto literario, desde entonces he cargado con esa “Camisa férrea”.

En Granada, cuando cifrábamos los 16 o 17 años, quizá, Noel y yo conocimos a Jorge Eduardo Arellano, estudiante del Colegio Centroamérica de Granada, este nos presentó a los poetas Adolfo Miranda Sáenz y Orión Elpidio Pastora, ya fallecido, quienes eran compañeros de estudio de Jorge Eduardo. Por ese tiempo yo escribía poemas, algunos los tiraba y otros los conservaba, pero debido a mi timidez, nunca se los enseñé a nadie. A la primera persona que se los mostré fue a Jorge Eduardo, creo que, a finales de 1969, en la casa donde vivían sus padres en la Avenida Bolívar, en Managua, pues en ese entonces Jorge Eduardo, se había quedado a vivir, para acompañar a su abuelita en la Calle La Calzada, en Granada. En 1968 yo me trasladé a vivir a Managua, definitivamente.

Creo que desde 1963, Noel y yo, visitábamos la casa del poeta Kiko Fernández, a quien lo teníamos en alta estima y respeto por sus conocimientos en las letras; allí conocimos a Raúl Xavier García, el popular “poeta carpintero” (qdep), también visitábamos la casa, en la calle Santa Lucía, del poeta Horacio Duarte, guitarrista y cantante y buen anfitrión. Por esos días conocimos al bien vestido poeta Alberto Cuadra Mejía. Durante ese tiempo nos iniciamos a la bebida etílica. Fueron días de camaradería literaria y de primeros amores. Jorge Eduardo en esos años, fundó la revista “Posintepe”, creo que editó 2 o 3 números. Noel Rivas Bravo y Jorge Eduardo Arellano han sido para mí, mis hermanos mayores en la fraternidad y en las letras, y a quienes llevo en mi pecho.

¿Y las influencias literarias? ¿Cuál es su autor favorito y cuál autor marca su producción literaria?

En poesía, los poetas nicaragüenses a quienes he admirado (el hecho de admirar a cualquier poeta es porque también influyen de alguna manera o más, en uno) entre otros, son:

Rubén Darío, Joaquín Pasos, Manolo Cuadra, José Coronel Urtecho, Pablo Antonio Cuadra, Luis A. Cabrales, Alfonso Cortés, Salomón de la Selva, Carlos Martínez Rivas, Ernesto Mejía Sánchez.

En España: a Jorge Manríquez, Garcilaso, Góngora, Calderón, Sor Juana Inés, Los Machado, Juan Ramón Jiménez, Lorca.

En Latinoamérica: Chocano, Vallejos, el indispensable Borges, Neruda, Nicanor, Octavio Paz y otros.

Los ingleses y norteamericanos: Pound, Elliot, William Carlos W, Carl Sandburg, Frost, E. Lee Masters, y tantos otros y de otros países; pero en mi interior, Borges.

¿Cómo define, Menocal, su poesía?

In Extremis que fue mi primer libro publicado en 1974, era una poesía telúrica, intimista, testimonial, epigramática, algo así. En Observaciones (1975) se refleja una poesía exteriorista, debido a la lectura de la extraordinaria “Antología de la poesía norteamericana”, traducida por Ernesto Cardenal y Coronel Urtecho. Recuerdo que el poeta Fanor Téllez, Ramiro Argüello y yo, nos sabíamos casi de memoria esa antología (y por supuesto que otros poetas también) y nos echábamos para saber quién conocía más sobre esos poemas y autores. Nunca hubo ganadores ni perdedores. A partir de 1989, creo, comencé a escribir sin ninguna pretensión ni propósito, pues se fue dando en mí poco a poco, una poesía de visos metafísica, existencial, (alguien ha dicho “filosófica”), meditativa, confesional, una poesía que trata sobre la condición humana, la desesperanza, el desasosiego, la búsqueda de un algo para encontrar intrínsecamente la tranquilidad del Ser, (Ahora se me viene a la memoria Martin Lutero, quien nunca estaba satisfecho de confesar sus pecados, porque creía que algo se le olvidaba referir, y siempre buscaba un algo más espiritual que nunca encontró; pero creo que murió creyendo que había algo más allá), el origen de nuestro pasado, lo ontológico…

Menocal es polifacético y prolífero. Escribe poesía, cuentos, novelas… ¿pero, con que género se siente más cómodo?

Actualmente me siento más cómodo escribiendo novelas cortas, especialmente cuentos. Creo firmemente que la poesía me ha llevado a redactar cuentos cortos. Ha sido una nueva experiencia que me ha llenado de dicha y emoción, porque cuando los estoy redactando, siempre tengo presente a la poesía. Los temas casi no difieren con los de mi poesía; sólo que en el cuento tengo más libertad de expresión. Cada cuento que termino es como si hubiese vivido una aventura, feliz, dramática, trágica, misteriosa, absurda, mágica, fantástica, sentida…

Usted vivió la bohemia de la vieja Managua. Me refiero a la Managua de antes del terremoto de 1972. ¿Podría hablarme de esos tiempos?

Si, fueron tiempos muy felices. En La cafetería “La India” nos reuníamos todos los poetas y después salíamos a otros lugares en diferentes grupos a tomar toda clase de licor, hablar de poesía, de literatura, pintura y política. Compartíamos con interés nuestros quehaceres literarios. Éramos bastante selectivos, en el sentido de que solamente en las reuniones, había poetas o intelectuales; raras veces alguien nos acompañaba que no fuera poeta. Éramos irónicos, sarcásticos y hasta groseros entre nosotros mismos; pero siempre volvíamos a estar presente en el ambiente heterogéneo en que vivíamos.

¿Algunos sueños truncados?

Sí, algunos. Muy propio de los que padecemos los seres humanos. De eso se trata la lucha por la supervivencia. “Vivir la vida quiere vida”, dijo un poeta.

¿Le hace falta Nicaragua?

¡Claro! No sólo por la añoranza de la patria; sino por esas entrañables amistades de antaño con quienes compartimos toda clase de avatares.

¿Cuánto tiempo lleva viviendo fuera de Nicaragua?

Más de treinta años. Aquí vine a envejecer y no sé si a morir.

¿Cómo ha influido en su producción literaria el hecho de vivir tantos años en el exterior?  Hábleme ampliamente de esto.

Mi estadía aquí en los Estados Unidos de Norteamérica influyó mucho para que yo paulatinamente me acogiera a la soledad, a ser independiente, escurridizo, a leer y a escribir más. A pensar de otra manera. A valorar más conscientemente la literatura y a ponerle cierta tilde nostálgico a mí ser romántico; porque si somos sensibles y emotivos, siempre seremos románticos. Creo que, si me hubiera quedado en Nicaragua, no hubiese escrito lo que hasta hoy tengo de producción; tal vez no hubiera cultivado la novela, ni el cuento, porque el ambiente político nicaragüense me hubiera atrapado y ahogado, quizás me hubiese convertido en un individuo servil, intrigante, hipócrita, ambicioso e insensible; características éstas, que están muy lejos de la poesía y del ser poeta. Estoy contento con lo que he hecho y acaso vivido, pese al pesar que me ha ocasionado, especialmente al principio, el vivir fuera de mi patria y amistades.

Guillermo Menocal G. Nació en Granada, Nicaragua en 1946, es poeta, escritor y ensayista. Es Miembro Correspondiente de la Academia Nicaragüense de la Lengua. Fue profesor de Español y Literatura en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua; en Milwaukee Área Technical College (MATC); y en el College, Defense Languages Institute (DLI). Actualmente vive en Wisconsin, USA y está jubilado.

Obras publicadas:

In extremis (1974)
Observaciones (1975),
Cúmulo ardiente (1980),
Galería (1983),
Sexto sentido (1987),
De prosas y prosemas (1988),
Poesía dispersa (1989),
Intrínseco ser (1995),
Las parcas en la quinta del sordo (1997),
Amores y frustraciones (1998),
Leyendígenas (2000),
El pasado perdido (2000),
Relacortos (2002),
Sucesos (2004),
Escritos descritos (2006),
La naturaleza del ser (2007),
Daniel (2008), novela
Recopilación temporal (2008),
Selección poética (2010),
Rencuentros (2011),
Sueños y vigilias (2011),
En la Gran Sultana y otros escritos (2013),
El guardián lector (2015),
Amor en Manhattan (2015,
Daguerrotipo (2016).

Tiene dos libros inéditos:

“De Boston a Panamá” (Novela),
“Cruz Paté y otros relatos

JALC/ Octubre 2019.