Por Gustavo Adolfo Montalván Ramírez, GAMR
Era el tiempo de la Guerra Fría entre Estados Unidos, USA, y la todavía Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS; del asesinato de John Fitzgerald Kennedy, del hombre en la Luna, de los Beatles, del Twist…y la guerra de Vietnam.
En las universidades, los estudiantes bromeando o no, decían: “Ahí vienen los rusos” o por otro lado delataban: “Estos son hombres de la CIA” …, pero lo más relevante era el seguimiento de la Revolución cubana, de los discursos de Fidel Castro, y las fotos de plataforma de cohetes de los rusos en Cuba… Todo ello se apaciguaba en los conciertos de Glen Miller, canciones de Pat Boone, de Paul Anka, Elvis Presley, y películas de Doris Day o Hudson…
Pero toda esta fantasía se venía al suelo cuando se transmitían las noticias de una posible guerra nuclear. Era el año 1965 cuando la guerra de Vietnam estaba en lo fino y Estados Unidos “perdía la inocencia” y los jóvenes con el lema “peace and love” salían a las calles a protestar contra esa guerra en Indochina mejor dicho en la Cochinchina.
En la ciudad capital, Managua, yo leía revistas de América Latina, de la revista Stern de Alemania, Life de Estados Unidos, libros técnicos y reportajes del periodismo norteamericano. Yo venía haciendo mis trabajos cotidianos de periodista como editor del noticiero La Prensa en el Aire, y de las “Cinco de la tarde” edición de la tarde, en Radio Centauro. La primera edición de La Prensa en el Aire era a la una del mediodía, bajo la dirección del doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, y su primo don Salvador Cardenal.
Mi padre Gustavo Adolfo Montalván (GAM), era el editor y jefe de redacción de La Prensa en el Aire.
Por la noche, estudiaba el Segundo Año de la carrera de Periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, UNAN, y estas credenciales fueron suficientes para ser seleccionado a un programa de intercambio cultural, donde participamos 34 estudiantes de diferentes ramos del saber, entre estudiantes de la Universidad Centroamericana, UCA, y la UNAN.
Una tarde recibí la grata sorpresa de ser invitado por parte del Departamento de Estado de Estados Unidos a visitar ese país durante un mes.
MI PRIMERA VISITA A LOS ESTADOS UNIDOS
Yo respiré profundo en las calles de la ciudad de Albany, capital del Estado de Nueva York. Antes creía que era New York, pero mi visita a Albany, en la primavera de 1965, mes de abril, me convencí a los 21 años, que no sabía casi nada de la historia de los Estados Unidos de América.
Sin embargo, a mi juventud en su apogeo, el destino me ponía un menú de oportunidades, que pocas veces aparecen en la vida singular de las personas. En esta ocasión, cuando se hablaba por todas partes, de la Guerra Fría entre los Estados Unidos de América y la Unión Soviética, URSS, yo disfrutaba mis vivencias junto a mi amigo y compañero de viaje, Juan Navarro Gutiérrez.
Ambos éramos compañeros en el segundo año de la Escuela de periodismo, y fuimos de los seleccionados, para un recorrido por la gran nación del Norte.
Según la agenda de cortesía, hicimos una visita al local del periódico Times Unión y contiguo del edificio, el Knickerbocker.
En una charla el señor Editor me dijo en privado que, por mi trabajo en Managua, junto al doctor Pedro Joaquín Chamorro, me hacía el ofrecimiento a quedarme empleado como periodista, ciudadanía norteamericana y un curso de aprendizaje del idioma inglés.
BAILANDO TWIST CON LA ESPOSA DEL TIMES UNION DE ALBANY
Un día por abril, Juan y yo hicimos una visita en la casa o apartamento familiar del distinguido anfitrión. El nombre del personaje se me borró con el tiempo, pero se registra en las memorias de Juan Navarro, originario de Masatepe, fallecido hace unos cuatro años.
El amigo editor, en compañía de su esposa, una atractiva rubia y profesora de piano, y una sobrina en su estado de novicia de 17 años, cenamos contentos a eso de las siete de la noche, y nuestro anfitrión nos invitó a escuchar al piano aquella vieja y nostálgica canción “Managua Nicaragua donde yo me enamoré… luego se puso un disco para bailar, y por decisión del señor anfitrión, bailé una pieza de twist a la moda, con la esposa, y a mí amigo Navarro le tocó bailar con la joven novicia.
Antes de la cordial despedida, el señor magnate del periodismo norteamericano me repitió aquel ofrecimiento, y yo categórico le dije que no aceptaba, por ser yo muy joven, y deseaba servir en mi patria.
Por mis adentros yo pensaba que, si aceptaba, no volvería jamás a Nicaragua, ni ver más a mis familiares. Aunque me convertiría en un periodista de mucha influencia y llegaría posiblemente a ser un hombre adinerado.
JUAN NAVARRO OLVIDADO
En un encuentro casual con mi amigo Juan Navarro, a un año y medio antes de morir, me dijo que él estaba enfermo de los riñones y que, a la vez, estaba escribiendo aquella visita que hicimos en Albany, y allí estaban registrados los nombres de estas personas que aquí no pude decir. Lástima que no pudiera siquiera visitar en Masatepe a mi amigo Juan Navarro, a quien reconozco sus altos méritos de editor de El Diario La Prensa, durante un periodo de los años 90. Juan Navarro fue un excelente redactor, y aficionado al ensayo periodístico. Si alguien quiere corroborar en mis conceptos que guardo en mi memoria del amigo Juan Navarro Gutiérrez, puede encontrar datos muy acertados en la columna de opinión de la web El Nuevo Diario, bajo el título de “Un cronista olvidado”. 23 de Julio, 2014. Sin la firma del autor, aunque nos imaginamos que emana del Superman de la literatura nicaragüense, Jorge Eduardo Arellano.
MI OTRA VISITA A USA YA CON LOS SANDINISTAS EN EL PODER
En 1982, casi dos décadas después de visita a Albany, volví al gran coloso del norte, ahora mi visita fue al estado de Wisconsin que está de frente al lago Michigan, en la famosa Green Bay donde está la maravillosa ciudad de Milwaukee.
En este año 1982 había comenzado la ofensiva contrarrevolucionaria. Nicaragua se desangraba en la guerra fratricida de sandinistas y contras.
En esos tiempos de fulgor yo tuve el placer de recorrer gran parte del Estado de Wisconsin, invitado por Partner’s of América Wisconsin Nicaragua, y disfrutar los felices momentos con destacadas figuras del periodismo norteamericano. Esto sucedió -reitero- en tiempos de la guerra sostenida por los Estados Unidos que apoyaba a los contrarrevolucionarios y el gobierno de Nicaragua apoyado por Cuba y la Unión Soviética, durante la llamada Década perdida.
Yo trabajaba en el Diario La Prensa, entre los años 1981 y 1982, y era redactor y encargado de las noticias del gobierno, mientras que mi viejo amigo Juan Navarro, se destacaba como director de la página deportiva.
Pero esta vez, yo viajé solo por el Estado de Wisconsin, durante un mes intenso en otoño. Voy a referirme primero a mi visita al College de San Norberto, donde presencié una conferencia y visita de tres Premios Nobel, dos de ellos, nombrados hacía unos tres días atrás.
Había sido invitado por mi amigo anfitrión director de la revista De Pere, de Green Bay, por la mañana. Luego de nuestro almuerzo por la tarde viajamos solos en su limosina negra, nos trasladamos a su casa en Green Bay, a orillas del Lago Michigan. Mi anfitrión llegó a mi habitación a entregarme una tarjeta de invitación limitada a cincuenta personalidades, para asistir a una
cena de recepción con las autoridades del College de San Norberto, en casa del otro anfitrión profesor Tampi. Fue un ágape salido de las páginas de un cuento de Hadas, pues cuando mi amigo anfitrión y yo, llegamos a casa del doctor Tampi, por la noche, escuchamos que dos clarinadas anunciaban la presencia y presentación de las cincuenta personalidades invitadas para disfrutar de un evento ofrecido a tres Premios Nobel norteamericanos. Se destaparon los corchos de botellas de Champán rosado, botellas de vino de tinto y negros regionales, nos servimos quesos variados colores de Wisconsin, y otros platillos de oro con bocadillos para magnates.
Mientras tanto mi amigo después de presentarme al doctor Tampi, se dispusieron a platicar del extraordinario evento intelectual e internacional del momento. Yo me dispuse a ir saboreando los divinos platillos y el rebosante champán. No me sobrepasé y regresé a casa del señor amigo de Green Bay.
Al día siguiente, la hija de mi anfitrión me hizo una entrevista para la revista de su padre, a orillas del Lago Michigan, y días después, cuando yo me hube ido, salió publicada la entrevista sobre el tema: “Un periodista nicaragüense relata su lucha con el terremoto de Managua Nicaragua (dic.23, 1972).”
Mi amigo Lord de Green Bay, me llevó en su limosina a la ciudad de Milwaukee y pude disfrutar el trayecto de la carretera paralela al lago Michigan, pero mis ojos contemplaron solamente los campos agrícolas con sus silos o graneros que alcanzaba nuestra vista.
EN MILWAUKEE DE NOCHE EN LA SUITE DE RICHARD LEONARD, EDITOR DE EL MILWAUKEE JOURNAL ¡Dios Santo, qué relevo de personajes me iba llevando el destino por mi recorrido por el Estado de Wisconsin! Ahora estaba en manos del editor del famoso periódico Milwaukee Journal, uno de los mejores diez de los Estados Unidos de América, y Mr. Richard Leonard, hombre simpático y jovial, me hacía pasar, junto con su esposa, al interior de la suite. Primero me mostraron la sala de recepción y de estar, con un mobiliario lujoso, al estilo de la vida americana, y después el interior
de las habitaciones y el señor Leonard me indicó en español: “Señor Montalván, esta será su habitación personal por dos días aquí con nosotros, y su presencia nos honra”. Mr. Leonard me indicó: “Este es el baño, y lo cubre esta cortina de plástico luciendo la imagen de la primera portada del New York Times, de su primera edición del siglo pasado”. Yo me quedé perplejo admirando la imagen y la cultura de mis nuevos anfitriones. Luego mi nuevo amigo, me decía: “Siéntase en su casa, que, para nosotros, es un placer tenerlo a usted en esta visita y estadía, y luego que instale su equipaje, por favor lo esperamos a una cena aquí mismo en el comedor”.
Así fue, y luego de estirar mis piernas en el dormitorio, los acompañé a una cena íntima y deliciosa. Al final, la feliz pareja americana me daba las buenas noches, y me invitaban para el amanecer del día siguiente, acompañarlos a un delicioso desayuno. En efecto, cuando yo me hube vestido, fui al comedor de nuevo, pero el señor Leonard estaba leyendo su diario en mano, mientras la esposa me saludaba muy cariñosa, y nos dijo que ya podíamos pasar, la mesa estaba servida con platos para el desayuno y mientras saboreábamos un rico café con tostadas y mantequilla, y el delicioso omelette americano, conversamos de la vida cotidiana en Nicaragua bajo el gobierno sandinista…
Yo no hice preguntas de ninguna clase, ni del periódico ni de la vida familiar de ellos. Solamente me enfrasque en responder las inquietudes de Mr. Leonard y señora.
DE VISITA EN EL PENN CLUB DE MILWAUKEE
Al levantarnos de la mesa, la señora Leonard me mostró el mobiliario de la sala, la televisión, el estante de libros, y en un rincón estaba una lavadora eléctrica y el estante de los cubiertos. Por su parte, el señor Leonard me decía que lo acompañara luego de un descanso para llevarme al Penn Club de los amigos periodistas de la ciudad. Así fue.
En su carro fuimos, él y yo, al Penn Club de Milwaukee. Eran las diez y media de la mañana y había poca gente. El señor Leonard me mostraba los salones del Club, y yo me quedé observando las paredes que estaban cubiertas por tarjetas que dejaban como recuerdo los visitantes, entre ellos, escritores y periodistas de fama internacional. Yo no dejé la mía porque no tenía mis tarjetas. Por las horas de la tarde, Mr. Leonard me hizo un tour por la ciudad, y al pasar por el boulevard del malecón a orillas del Lago Michigan, me decía con asombro que en algunas temporadas las olas tempestuosas y gigantes, chocaban contra las paredes de los edificios cercanos y grandes peces caían en las calles.
Yo no le preguntaba por el diario Milwaukee Journal, pero él me decía que se reunía con su equipo todas las mañanas para revisar los sucesos nacionales e internacionales. Me dijo también que, si yo deseaba enviar alguna colaboración de los sucesos en Nicaragua, bien podría enviarlos para ser divulgados. Al día siguiente, se hizo presente una joven con aspecto coreana y después de alguna presentación y mi despedida del señor anfitrión, ella me transportó en su carro y nos fuimos de Milwaukee a la ciudad de Madison. Al comienzo del trayecto, ella me comentó: Señor Montalván, lo felicito y debe sentirse usted muy orgulloso, porque ha estado disfrutando con la crema de la sociedad de Wisconsin.
Fue largo el recorrido, y los paisajes del campo eran impresionantes, visitamos una granja y luego hicimos una comida rápida, y continuamos el trayecto, mientras que a veces mi vista se recreaba instantes en las piernas de la preciosa conductora, pero yo mantuve toda mi seriedad del caso sin hacer ningún comentario …