Por José Antonio Luna
Breve biografía.
Elena Poniatowska, premio Cervantes de literatura 2013, nació en París, Francia, 19 de mayo de 1932, tiene 92 años. Periodista, escritora y profesora. nació como princesa Héléne Elizabeth Louise Amelie Paula Dolores Poniatowska Amor. Su padre era el príncipe francés de origen polaco Jean Joseph Evremond Sperry Poniatowski casado con la mexicana María de los Dolores Paula Amor de Yturbe.
Prolifera Elena tiene una extensa bibliografía. Ha escrito; novela, cuento, poesía, ensayo, crónicas y también cuentos para niños y adaptaciones teatrales; más de 40 libros, varios de ellos premiados. Es una de las voces de la polifonía testimonial.
Llegó a México en 1942 con su familia que huyó de la Segunda guerra mundial desde Paris.
En 1949 comienza estudios en Estados Unidos, regresó a México en 1953. En esa época comenzó a trabajar en el periódico “Excélsior”, donde a través de una entrevista diaria retrató la realidad de su país en los años cincuenta.
En 1955 publicó su primera novela, Lilus Kikus.
Son innumerables las publicaciones en las que ha participado, entre ellas, “Novedades”, “El Día”, “El Financiero”, “The News”, “Tabasco Hoy”, “La Jornada” o “El Nacional”. Contribuyó con sus trabajos a la “Revista Mexicana de Literatura”, “Estaciones”, “Abside”, “Artes de México”, “Revista de la Universidad de México”, “La palabra y el hombre”, “Punto”, “Equis”, “Proceso”, a las revistas “Fem” y “Debate feminista”.
Elena posee un premio literario que lleva su nombre, instaurado en 2007 por el Gobierno de la capital mexicana.
En 1971 obtuvo el premio literario Xavier Villaurrutia por La noche de Tlatelolco, pero lo rechazó.

Elena Poniatowska, es una leyenda viviente. Es la única mujer mexicana que ha ganado el Premio Cervantes de Literatura. Es la primera mujer que ganó el premio nacional de periodismo de México en 1979. Es la única periodista viva que tiene en su historial haber compartido con los connotados escritores mexicanos: Juan Rulfo, Octavio Paz, Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, Gabriel García Márquez-colombiano-, Rosario Castellanos, al pintor Diego Rivera…en fin ha sido testigo de medio siglo de la historia política y literaria mexicana contemporánea. Su obra más conocida y emblemática: La Noche de Tlatelolco es la narración más completa sobre el terrible suceso que ensangrentó mexicano en la década de los 60s. y que es conocida como la matanza de Tlatelolco.
Sin pertenecer a ningún movimiento feminista, es de las mujeres que han roto todos los estereotipos machistas, y habla libremente del sometimiento de la mujer como lo hizo Rosario Castellanos.
Poniatowska, a su avanzada edad sigue viviendo intensamente, ahora comparte con los jóvenes escritores, los políticos, los autores y artistas del siglo XXI.
En el prólogo de “Obras reunidas I, de su autoría, Elena Poniatowska, vierte un caudal de información sobre su vida y obra que es como un rio desbordado que paso a paso te va arrollando hasta que te consume, te posee, te somete. Obra del Fondo de Cultura Económica, publicada en 2005. Además de la extensa y hermosa y extensa introducción escrita por ella el volumen tiene a: Lilus Kikus, Querido Diego te abraza Quiela, De noche vienes y Tlapalería.

ELENA PANIATOWSKA Y SU OBSESIÓN POR EL PERIODISMO
La Pani, como le decía Carlos Fuentes cuenta, en una parte del prólogo: “Eso del periodismo me viene quizás de un complejo. Es mi casa todos son altos, menos mi bisabuela rusa, Elena Idaroff, quien vivía en la Casa de los Azulejos, trató pésimo a sus dos maridos y era una chaparrita bonita, voluntariosa, pero cabroncita. A mis papas le preocupó que mi hermana menor empezara a crecer más que yo, y me pusieron inyecciones hasta que una radiografía de las muñecas revelo que los huesos ya estaban soldados y no crecería mas 1.57. Todos en la casa eran de 1.78 para arriba. El doctor dijo algo así como “de lo bueno poco” para consolarlos, pero aquel día decidí servir para algo. Se que todavía no he hecho nada valioso, pero por lo menos amo mi trabajo, me gusta escribir, quiero aprender, leer si, si, a Dostoievski, a Tolstoi, a Proust, a Flaubert, a Stendhal, a Albert Camus y dar un bueno palo de ciego, pero de veras bueno. Lo dio Marguerite Yourcenar, pero no fue de ciego. A la que más admiro es a Simone Well aunque, claro, me preocupa que no haya sonreído nunca.
En esa época leía yo a Rilke, a Saint Exupéry y sobre todo a Katheryn Mansfield, la favorita de mi mama, de más fácil lectura que Virginia Woolf, aunque más tarde abría de deslumbrarme Orlando. (María Luisa Puga, mi amiga del alma, fanática de Virginia Woolf, habría de encandilarme). Uno de mis libros predilectos sigue siendo el Diario de Marie Bashkirtcheff (con quien también se identifica mi madre) que murió tuberculosa. ¡Ha ser romántico morir tuberculoso, cubierta de camelias! También Rosario Castellanos enfermó de tuberculosis, murió de un accidente, pero a lo mejor de lo que murió fue de amor…
A mí me tragó el periodismo. Nunca lo dejé. Nunca he podido dejarlo. Ojalá y no me haya cortado las alas. Carlos Fuentes exclamaba: “Miren nada más a la Poni, ya se va en su vochito al rastro para ver como matan a las reses, mírenla cómo corre a San Juan a preguntar cuál es el precio de los jitomates”. Tenía razón. En un machete Guillermo Haro vio la siguiente leyenda: “Cuando esta víbora pica no hay remedio en la botica”. Lo mismo sucede con el periodismo. Pica. Muerde. Embruja. Además, como desde niña quería yo ser útil como me lo enseñaron en los scouts, pensé que documentar mi país, contarlo, reflejarlo, pertenecer, era mejor que contar mis estados de ánimo. Sepulté poemas de amor y confesiones. ¡Que suerte tan grande la mía! Me tocó vivir en un México muy rico. Pude platicar con el jefe de la cardiología mexicana, Ignacio Chávez, ser amiga de sus hijos, Nacho y Celia, convertirme en la madrina de Ximena, hija de Celia y Jaime García Terrés, y vivir una larga amistad que acendra. Lo mismo sucedió con Luis Buñuel, Carlos Pellicer, María Izquierdo, Lupe Marín, Concha Michel, Diego Rivera, Luis Barragán, Arturo y Emilio Rosemblueth, Pablo O´Higgins, los grabadores Leopoldo Méndez y Alberto Beltrán, Lola Álvarez Bravo, Mariana Yampolsky y Graciela Iturbide. Amaban a México con pasión y me marcaron como mas tarde habría de imprimir su sello indeleble Jesusa Bórquez, que parece haber reencarnado en Jesusa Liliana Rodríguez Felipe, ángeles diablos guardianes que pasan por mi casa cate de mi corazón, aguacatitos verdes, verduras del mercado mejor surtido de la Tierra.
¿Es eso amor?
Más que conversa, soy fanática de mi ciudad, de mi país, de mi gente, de las Jesusas, la Palancares y la Rodríguez, del Santo, de los llaneros que juegan fut en los campos pelones de la Cuchilla del Tesoro, de los cocheros, de las quesadilleras, de los cilindreros, sobre todo de uno de ellos que en la noche se mete a dormir en su cilindro…
Fragmento.