LA MADRUGADA APOCALÍPTICA: EL TERREMOTO DE MANAGUA

Vieja catedral de Mangua que sobrevivió al terremoto de 1972. Foto: José Antonio Luna

Por: José Antonio Luna

A MEDIO SIGLO DEL GRAN SISMO

La ciudad de Managua “La novia del Xolotlán” la capital de Nicaragua fue herida de muerte la madrugada del 23 de diciembre de 1972, por un terremoto que redujo a escombros el centro histórico y dañó gran parte de las estructuras de toda la zona urbana y sectores semi rurales aledaños. Esa madrugada fatídica, fue el augurio de profundos efectos económicos y emocionales a la capital de Nicaragua que centralizaba más del 70 por ciento de la actividad económica y educativa. Managua todavía no ha sido descentralizada y se sigue diciendo que “Managua es Nicaragua” como justificación a esta concentración de poder económico y político que hace crecer desordenadamente a la “Novia del Xolotlán” mi querida ciudad.

Este 23 de diciembre de 2022, la llamada ahora “vieja Managua” cumplió medio siglo (50 años) de haber sido destruida por el poderoso sismo que según cálculos conservadores causó 20 mil muertos y dejó más de 360 mil personas damnificadas. La cifra real de muertos quizás nunca se sepa, pero los escombros que todavía sobreviven al tiempo son testigos silenciosos de lo ocurrido esa apocalíptica madrugada, cuando en cuestión de segundos el casco urbano de la pintoresca ciudad con su hotel piramidal- El intercontinental- y su cárcel de “El hormiguero” en la avenida Roosevelt fue reducido a escombros, y el país se llenó de luto.

Fue esa tragedia la víspera de una navidad teñida de dolor y llanto. Sangre y fuego se unieron entre escombros de casas y edificios derribados por la naturaleza. La ciudad fue herida de muerte, por segunda vez; había sido destruida apenas varias décadas antes, la semana santa-viernes santo- de 1931 por un potente terremoto en el que murieron miles de ciudadanos, porque ocurrió a las 10 de la mañana cuando la gente llenaba los mercados y las tiendas. En ese terremoto del 31 también murieron aplastados y asfixiados un buen número de infantes de marina de los Estados Unidos que estaban en la Penitenciaria y las casas de los alrededores.

Fue en ese terremoto de 1931 que se selló con sangre y muerte la vinculación estrecha entre Estados Unidos y Nicaragua.

La otrora Avenida Roosevelt al fondo el Banco de América. Foto: José Antonio Luna

LA MANAGUA EN QUE NACÍ

Ya reconstruida del daño del sismo de 1931 y modernizándose Managua era una capital pujante y atractiva para el turismo y los negocios, hasta que ocurrió el sismo de 6.2 que volvió a teñir de luto a la hermosa ciudad que, a orillas de un lago de diáfanas aguas, fue mi lugar de solaz y donde pase mi niñez y mi juventud. “Juventud divino tesoro” de tardes soleadas y noches estrelladas. Y los paseos por la avenida Roosevelt y los días de fiestas en el malecón y el helado de la “hormiga de Oro”. Todo fue barrido por el terremoto.

El casco urbano de Managua no fue reconstruido, Sus principales calles y avenidas desaparecieron. La vieja Catedral Metropolitana con una torre con su cruz quebrada y el Palacio Nacional en la sección norte de la ciudad son los grandes sobrevivientes del destructor sismo. Después de 1972, Managua floreció en la zona suroeste y sureste y las estribaciones de la llamada Sierra de Managua en un auge urbanístico y de crecimiento poblacional.

LO QUE VÍ AL SALIR EL SOL  

Lo que ví la mañana del 23 fue una visión tenebrosa solo comparable a una escena apocalíptica, de Dante.

Cuando el terremoto, yo tenía 22 años y cursaba mi sexto semestre de la carrera de Periodismo en el Recinto Universitario de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, UNAN. Y jamás había pensado que iba ser testigo de un desastre telúrico tan sorprendente y que nadie esperaba ni hablaba. Como Managua “nacido y criado” había crecido recorriendo la capital en toda su extensión. Algunas veces caminé por la calle 15 de septiembre a pie desde el Cementerio General hasta su final en la loma de “Chico Pelón” y la tenebrosa cárcel de la “aviación”. La Calle de El Triunfo desde “Gadala María” hasta la casa de mi abuela paterna en las inmediaciones del barrio San Sebastián. Para después seguir mi camino hasta el otro extremo sobre la carretera norte, donde estaba la casa de mi abuela materna en el barrio Larreynaga. En esos tiempos caminar por Managua además de ser divertido y agradable; era seguro, no se temía ser asaltado ni mucho menos.

Hasta la noche del 23 de diciembre, Managua era una ciudad pequeña, acogedora con todas las comodidades de una capital moderna, pero con un aire bucólico que la hacia un sitio inolvidable. La ciudad se modernizaba y crecía a un ritmo acelerado. El Banco de América (el rascacielos de Nicaragua) con sus más de 22 pisos era todo un símbolo del auge del desarrollo urbano. La ciudad alargada de este a oeste, y asentada a las orillas del lago de Managua (Xolotlán) y las estribaciones de las sierras del sur; era un sitio obligado de visita del turismo internacional. Con sus lagunas volcánicas, Tiscapa, Asososca, Nejapa, Apoyo…y su verde vegetación era un sitio para el solaz, a la vez que un centro de comercio e industria en crecimiento.

Después de esa noche fatídica Managua se convirtió en una ciudad sin límites, ni centro. En una gran área de la ciudad destruida se construyó lo que se llama ahora el Parque “Luis Alfonso Velázquez”. Todavía después de 50 años el casco urbano (downtown) sigue sin reconstruirse … y la ciudad crece sin planificación … sin orden.

LA FURIA DE LA NATURALEZA

La noche del 22 de diciembre hacia un calor sofocante, como presagiando la tragedia. Esa noche la ciudad estaba preparada para la Navidad. Las calles iluminadas con luces de colores…las nochebuenas en los escaparates, los grandes rótulos de las tiendas, los restaurantes y los bares abiertos con el bullicio de los parroquianos y miles de transeúntes…recorrían las calles. La gente miraba en busca de un algo un presente para un ser querido, una novia …los papás compraban los regalos navideños de sus hijos. Y los carros llenaban las calles. Todo era fiesta, alegría.

El terremoto era “una realidad anunciada” porque como mencioné ya en 1931 otro terrible sismo había convertido en escombros parte de Managua y los “viejos” que habían vivido el terror de la catástrofe, sabían que en cualquier momento podría ocurrir otro terremoto tan destructivo o más que el anterior. Pero nadie pensó que en la madrugada vendría el golpe mortal desde las entrañas de la tierra.

Yo en plena juventud y montando “potro sin freno” disfrutaba de las noches de compras de la navidad y la bohemia. Esa noche anduve deambulando por algunas horas en la plaza de la República, el parque Central y parque Darío (monumento al príncipe de las letras Rubén Darío); la avenida Roosevelt, y estuve en el club El Plaza (que estaba llenísimo) por un rato y después como presagiando la tragedia decide irme a la casa de mi madre en el barrio Larreynaga, en lugar de la de mi abuela paterna en el centro de la ciudad. Esa decisión fue quizás la que me salvó la vida ya que en la zona del barrio San Sebastián…el efecto del sismo fue devastador.

Mi mamá se sorprendió al verme llegar a su casa, eras apenas como las 10 de la noche. Yo como excusa de mi visita le dije: que me había aburrido del bullicio y como hacía mucho calor decidí irse a su casa. Conversamos y cuando nos íbamos a acostar le dije a mi madre “dejá las ventanas abiertas y no cierres una puerta para que entre el aire”. Mi mama vivía solamente con mi hermano menor Reynaldo.

Acaba de acostarme, ya eran casi los 12 y 30 minutos de la media noche, estaba vestido con un short de mi hermano y sin camisa.  Esa media noche curiosamente los perros comenzaron a aullar y dejó de correr el viento. De pronto al unísono comenzó un gigantesco ruido ronco como el ruido de un gigantesco ferrocarril a la vez que comenzó a moverse la tierra con una intensidad tan fuerte que era difícil mantenerse en pie.

Yo como noctámbulo empedernido, siempre he tenido sueño ligero. Y cuando sentí que se me sacudía la cama, le grité a mi mama… “temblor”, “salí mamá”, y en lo oscuro me fue a la cama de mi hermano y lo agarré de la mano y corriendo buscaba la puerta abierta. Acabábamos de salir a la calle cuando la pared donde estaba la cama cayó. Ya afuera seguimos sintiendo como la tierra temblaba y derribaba paredes y techos. Y comenzaba un frio, que no era otro que el de la muerte.

Fueron segundos interminables que lanzaban al suelo todo. Miles de vidas e ilusiones se perdieron en esas monstruosas sacudidas. Las casas se desmoronaban como un manojo de naipes. Las construcciones de adobes asfixiaron a sus moradores. Se cayeron todos los hospitales, todas las iglesias quedaron destruidas a excepción de la Catedral, la famosa cárcel de El hormiguero se cayó y muchos presos murieron entre sus grandes bloques, otros huyeron, se partieron las calles y todo se llenó de humo, polvo, llanto de heridos. El segundo sismo media hora después derribó las casas y edificios que habían resistido el primer ataque. Todo fue ruina y muerte en segundos.  Managua había desaparecido del mapa en un santiamén como Pompeya o Herculano.  Miles de personas quedaron enterradas y sus cuerpos jamás fueron entregados a sus familiares. Los cadáveres que rescataban eran sepultados en fosas comunes y otros formaron parte de los miles de toneladas de escombros que los camiones del ejército lanzaron a la orilla del lago días después del sismo.

En la oscuridad, con mi madre y mi hermano al lado, mi preocupación era mi abuelita Ana que vivía con mi abuelo en su enorme casa vieja-de adobe- y que estaba sola porque mi abuelo andaba en sus negocios en el norte en la zona de Wiwili.

Sentados en la acera pasamos esas horas de la madrugada que me parecieron interminables. Con la preocupación de que había pasado realmente porque se oían explosiones, y todo era tiniebla por la falta de energía eléctrica. Cuando salió el sol, decidí entrar a los escombros de la casa para poner mi pantalón y encontrar zapatos y ropa para mi mamá.

Y le dije a mi madre que me iba porque tenía que ver como estaba mi abuela. Empecé a caminar entre escombros de las casas caídas y los gritos y lamentos de heridos y el aullido de los perros, saltando muros caídos, hasta que llegué a la casa de mi abuelo. Milagrosamente la casa estaba en pie. Comencé a gritar “abuelita…abuelita” todavía en la penumbra y un grito, me trajo la felicidad. “Aquí estamos bien” era la voz de mi abuelo que había regresado la noche anterior y acompañaba a mi abuela.

Nos abrazamos y mi abuelo como explicación me dijo: “esto es el terremoto… vamos a quedarnos aquí…vamos a concentrar a la familia para enfrentar lo que viene”.

Mi familia no evacuó Managua, nos quedamos y yo fue testigo de como el mundo se volcó en ayudar a los nicaragüenses desde que se supo de la tragedia.

MILITARIZAN LA ZONA DESTRUIDA

Apenas amaneció se vio el desastre que había hecho el terremoto. No existía ya ningún tipo de servicio en el centro de Managua. No había agua potable, no había electricidad, las calles eran intransitables, todos los hospitales estaban destruidos, también habían sido destruidos los cuarteles de la policía.  En estas circunstancias el “Comité de Emergencia” decidió que había que pedir ayuda militar a Estados Unidos. También se decidió militarizar la capital con el pretexto de proteger a los bienes de los pocos inmuebles que habían quedado en pie. Pero la “mala levadura” se aprovechó de la tragedia.  La ciudad fue ocupada por los soldados de la guardia nacional. Y muchos miembros del guardia nacional se dedicaron al saqueo de casas, centros comerciales y edificios que sobrevivieron al sismo en lugar de resguardarlos de otros saqueadores. Las noches interminables por falta de energía eléctrica era aprovechada por los saqueadores que llevaban lo robado a venderlos a los departamentos.  También hubo pillaje de los habitantes de los barrios marginados en casas de las zonas ricas que habían sido desocupados por sus dueños. El pueblo hambriento se dedicó al pillaje para sobrevivir. Pero la generosidad del mundo fue evidente. Inmediatamente de saberse del sismo y la destrucción que había causado. Los países de Centroamérica, México, USA, Francia, enviaron grandes cantidades de ayuda de todo tipo.

LOS DATOS OFICIALES

Según la oficina sismológica nacional el terremoto de 1972 ocurrió a las 12:29 minutos de la madrugada del 23 y la intensidad fue de casi (6.4) 7 grados en la escala de Richter. La Vox populis dejó como oficial 20 mil muertos. Otros datos oficiales hablan de 10 mil muertos y de 50 mil viviendas destruidas y más de 360 mil damnificados. Pero en realidad los datos exactos del terremoto jamás se sabrán. Lo cierto es que casi nada de la ciudad quedó en pie y los miles de afectados sobrevivieron de la ayuda internacional que llegó de inmediato.

 

EL GRAN ÉXODO

El gobierno ordeno evacuar, abandonar, las zonas, que después se llamarían de los escombros. Extensas áreas donde no se podía vivir porque las casas y comercios estaban destruidas. A partir de ese aviso a escasos días del sismo, comenzó una enorme evacuación masiva de managuas hacia las ciudades más cercanas: Tipitapa, Masaya, Granada, León, Rivas. Otras familias se fueron a otros lugares como Estelí, Jinotega. Hubo migración hasta la zona atlántica. Fue de esa época que comenzó la llegada de colonos a lo que ahora se llamada Atlántico sur y Central.

Otros sobrevivientes se fueron donde familiares y amigos a velar a sus muertos o a recuperarse de las heridas, en las zonas menos afectadas por el terremoto, como fue la colonia Centroamérica, las sierras de Managua y los llamados ahora barrios orientales.

Un buen porcentaje de la población jamás volvió a managua. Los “terremoteados” se quedaron en Masaya. Granada, Tipitapa, Estelí, Matagalpa creando un boom poblacional y económico en esas ciudades que acogieron a los llamados “terremoteados”.

LA MUERTE LA CELOSA

Laura, hasta el 23 de diciembre era una muchacha alegre, con grandes ambiciones. Recién había cumplidos sus quince años y todavía no había tenido novio. Pero si tenía muchos amigos. La hermosa muchacha murió con el vientre destrozado por un bloque de la pared de su casa. Se desangró. Nadie pudo auxiliarla. Su cuerpo amaneció en la calle junto a los heridos, como miles de otras víctimas del sismo.

Iván, mi amigo “La ranita” murió con el pecho aplastado de una viga de su vieja casa en las inmediaciones de la Casa del obrero. El consuelo que le quedó a sus padres es que murió cuando estaba bien dormido porque se había tomado unos buenos tragos de “flor de caña” esa noche.

Los moteles y hoteles de la capital estaban abarrotados la noche del terremoto. Muchos amantes quedaron entre las sábanas, abrazados. Otros logran salir heridos a medio vestir. Algunos amantes jamás regresaron a sus casas y su traición fue descubierta. La muerte no respeto a los amantes que se hacían regalos de amor anticipado de la Navidad.

Mi hermana Violeta, junto con su marido y mi sobrinito quedaron aplastados por el segundo piso de su casa de las inmediaciones de la “Colonia Somoza”, muy cerca del estadio Nacional. Los cuerpos de mi hermana, su marido y mi sobrinito fueron rescatados por mi padre, después de horas de lucha. Si mi padre no hubiera recuperado los cuerpos, estos hubieran sido quedamos con todo y escombros.

Muchas personas murieron a los días del sismo. No sobrevivieron a las heridas.,. igual le sucedió a la ciudad que se convirtió en un enorme camposanto cercado con alambres de púas.

LA CIUDAD ALAMBRADA

El terremoto de 1972 cambio todo en Nicaragua.  Con la destrucción del casco urbano de Managua, surgieron nuevos barrios en las zonas todavía no urbanizadas donde se fueron a vivir muchos damnificados.

La capital fue durante años una zona cercada, desolada sin vida, con casas derruidas y calles que poco a poco fueron invadidas por la maleza. Algunos edificios se convirtieron en refugio de la gente paupérrima. Y cuadras enteras son hasta la fecha… solo referencia del que conoció “la vieja Managua”.

Las nuevas generaciones solo saben por sus padres donde estuvo este o aquel lugar famoso. Como: la cafetería La India., El Diario La Prensa en la calle del Triunfo, El hospital general, El hospital el Retiro, El Palacio del Ayuntamiento, El Banco de Londres en la intersección de la Roosevelt y la Calle 15.  El cine Luciérnaga, El teatro Margot, El jardín Central, El mercado Bóer, El Mercado Central, El Mercado San Miguel, El colegio Ramírez Goyena, El Instituto Pedagógico, La Iglesia de San José, La iglesia de San Antonio, bellísima construcción estilo gótico y tanto otros lugares.

Con el terremoto también vino la etapa final del Somocismo.

La Prensa publicó una vez un reportaje donde afirmaba que el general Anastasio Somoza, se aprovechó de la desgracia para autonombrarse presidente del “Comité de Emergencia Nacional”. Y desde esa posición preparó su reelección como presidente.  Pero lo más repudiable, es que millones de dólares en ayuda económica y material, que enviaron las Naciones Unidas y países hermanos de todo el mundo, los utilizó Somoza para enriquecerse y convertir en millonarios a sus familiares y amigos.  Toneladas de granos básicos de ayuda fueron lanzados al mar por los empleados de Somoza. Los millones de dólares donados para la reconstrucción de la capital desaparecieron.

SE DISPERSAN LOS POETAS

El terremoto, no solo causó daño en la infraestructura, la economía, la vida y salud de las decenas de miles de afectados, también causó profundo daño al entorno intelectual de Nicaragua. En Managua se concentraba la vida cultural, literaria y artística, que, con la destrucción de hoteles, bares, museos, teatros, cines, se dispersó. Con el sismo también murió el intercambio cultural y literario de pintores, escultores, poetas, músicos que se fueron a otros departamentos, a las periferias y al extranjero. Con la destrucción de El diario La Prensa que estaba en la Calle del Triunfo, los periodistas y escritores dejaron de ir a visitar al poeta Pablo Antonio Cuadra, director de la Prensa Literaria. Con la caída de las instalaciones de la Escuela de Bellas Artes, los pintores dejaron reunirse para intercambiar opiniones pictóricas y hablar algunos de sus exposiciones y viajes al exterior.

Uno de los lugares más conocidos y visitado por la intelectualidad, – hablo de poetas, escritores y periodistas, – la famosa Cafetería La India, sucumbió con el sismo. En La India el tráfico de poetas y escritores era incesante diariamente desde tempranas horas de la mañana. Se conversaba, se tomaba café, se libaba licor, se quemaban ilusiones y nacían proyectos al calor tragos de ron y aguardiente o

con tazas de café. Algunos poetas al calor de los tragos, eufóricos escenificaban hilarantes recitales o algún acto de provocación para algún rival literario. Algunos escritores evocaban al famoso Moulin Rouge de Paris y su Toulouse Lautrec. De esos encuentros en la India se salía para otros centros de expendio de licor para seguir agotando las energías enfrente de “una copa”.

ADIOS A LAS CANTINAS Y BURDELES FAMOSOS

El terremoto también se llevó a los bares y prostíbulos famosos donde los bohemios quemaban sus horas de hedonismo viendo bailas a las meretrices, entre trago y trago. La famosa Hortensia, La Irma, La Conga Roja El cuarto bate, La balacera y Papa Augusto en el barrio San Luis y La pensión de Chepito, El famoso Dancing en la carretera norte. En algunos bares también había prostitutas. Los bares y cantinas que el tiempo no ha borrado de mi memoria: Panchito melodía, La tostadita, El Ron Ron, Chico Toval, El Nilo Blanco, El Almendarez, Bigote, Las Delicias del Volga, Pedro Tuco, El jardín Central, El Arco Iris, El pez que fuma. La cumbancha, La vieja maldita, El Danubio Azul, Las brisas del Xolotlán, El rio Negro, El farolito, El gato Abraham, Chaguitillo con sus cocacolitas, Cachecho, El Gambrinus, el Zanzíbar, el Almendariz, el Guayacán, el Chilamate, El Álamo, Mamá Sara y tantos otros lugares que con el tiempo se han quedado en mi subconsciente.

Cabe aclarar que en Nicaragua en esos tiempos la prostitución era tolerada, aunque no era legal y las servidoras sexuales, tenían su carné e iban a revisión médica a un centro de salud al que solamente se le decían: La Sanidad.

LA HUIDA DEL MILLONARIO HOWARD HUGHES

En secreto, un 16 de febrero de 1972, llegó de incógnito a Nicaragua el millonario Howard Hughes, bajo la protección del general Anastasio Somoza Debayle, quien a espaldas del gobierno de Estados Unidos le dio albergue. Hughes era prófugo de la justicia de Estados Unidos y era acusado de evadir millones de dólares en impuestos.  “Después de bajar de su avión particular, se había sentado en un vehículo blindado marca Mercedes Benz, propiedad de Anastasio Somoza Debayle y, escoltado por un séquito de la Guardia Nacional, llegaba a la que sería su residencia durante dos estancias distintas en ese año”. (La Prensa de Nicaragua)

El millonario excéntrico llegó al hotel Intercontinental, el más lujoso en ese tiempo; construido al lado de la explanada de Tiscapa y a la orilla de las instalaciones del Batallón blindado en lo que era el final de la Avenida Roosevelt. El Intercontinental, semejante a una pirámide, resistió el terremoto.

Hughes escogió a Nicaragua para esconderse porque era amigo del general Somoza y porque a nadie se le ocurriría buscarlo en el centro de Managua. El millonario y sus empleados. varias docenas, ocuparon los tres últimos pisos del hotel; el sexto, séptimo y octavo, los más altas del edificio.

El grupo de gringos “invadió” la recepción con un centenar de maletas. Entre el grupo venía un hombre viejo sentado en un carrito de lavandería que rápidamente fue subido al ascensor con su valiosa carga y llevado al octavo piso. De esa ingeniosa manera entró a su guarida en Managua uno de los hombres más famosos de Estados Unidos y del jet set mundial:  Era Hughes, el multimillonario más excéntrico del mundo, el experto piloto, el legendario productor y director de cine, el playboy por el que habían suspirado las más hermosas actrices hollywoodienses, el conspirador político involucrado en el escándalo Watergate, el hipocondriaco que solo comía carne de res con guisantes y no se dejaba tocar ni fotografiar por nadie.

A partir de esa fecha nadie subía a los tres últimos pisos del hotel. La presencia de gringos en el Intercontinental era evidente, pero nadie hablaba de quien era el huésped misterioso.  El prófugo más famoso en ese entonces estaba hospedado en Nicaragua en las narices del Tío Sam. Así transcurrió el tiempo, hasta el 23 de diciembre.

Hay versiones que cuentan que el magnate sintió el fuerte sismo y llamó a Anastasio Somoza su anfitrión y amigo, quien le confirmó que Managua estaba “desbaratada” por el sismo. Hughes ni tonto ni perezoso llamó a sus ayudantes empacó sus maletas y se fue al aeropuerto Las Mercedes para salir del “infierno” que se había vuelto Managua. En el primer avión que consiguió salió de Managua exitosamente sin ningún rasguño y buscó refugio en las Bahamas.

Hay versiones de que Howard iba a Montelimar los fines de semana para estar con Somoza y jovencitas que le hacían compañía.

LA MUERTE DE ROBERTO CLEMENTE

Entre los sucesos relacionados con el terremoto están la muerte trágica del generoso y solidario jugador de las grandes ligas de beisbol Roberto Clemente. El pelotero de los Piratas de Pittsburg falleció el 31 de diciembre de ese año, cuando el avión en que había partido de Puerto Rico, su patria, cayó al mar minutos después de despegar. Clemente selló con su muerte ese trágico año para los nicaragüenses, especialmente los managuas, que lo habíamos visto jugar con su equipo meses en el Estadio Nacional. El poeta Horacio Peña le escribió un hermoso y extenso poema titulado: Un hombre llamado Roberto Clemente, que resume la gran admiración y respeto de los nicaragüenses por el admirable boricua que ofrendó su vida por ayudar al pueblo nicaragüense.

Desde el 23 de diciembre de 1972, Managua desapareció. La Managua de ahora es otra.  Ahora es un lugar peligroso… sin los viejos lugares de solaz y las iglesias y las viejas cantinas… y las calles con aceras para caminar…

Tampa, Florida. USA.  22 de Diciembre 2022.