“A SANGRE FRIA”, PERIODISMO DEL SIGLO XXI

Por José Antonio Luna

En la década de los 60s. del siglo pasado algunos escritores estadounidenses experimentaron una nueva manera de narrar, terminando con las monótonas y largas crónicas de los periódicos y revistas de Estados Unidos, muchas de estas sugeridas por los editores para satisfacer el morbo de un público exclusivo. Con el gran reportaje a “A Sangre Fría” de Truman Capote (septiembre 1924- agosto 1984), publicado en 1966 se impuso esta nueva narrativa, mientras en Latinoamérica “El Boom” explotaba el Realismo Mágico que en 1967 con “Cien años de Soledad” lograría reconocimiento mundial.
El periodista y escritor Argentino Rodolfo Walsh, es considerado el pionero del género nonfiction novel con su obra “operación masacre” publicada en 1957, acerca de una masacre cometida por la dictadura de Juan Domingo Perón. Walsh sería asesinado por sicarios de la Junta militar argentina en 1977 en una calle de Buenos Aires.
Fueron dos movimientos simultáneos que se han venido unificando paulatinamente creando una gran narrativa que experimenta con todas las maneras de contar y que sigue en boga, aunque algunos autores usan diferentes nombres en este siglo XXI.
Con la novela “A Sangre Fría”, Truman Capote impulsó el reportaje literario, fusionando realidad con ficción además de periodismo de investigación. En síntesis, esta mezcla genial de realidad adornada con datos y las observaciones del escritor se llamó: la nonfiction novel. Capote explicaba que “nonfiction novel” significaba que había escrito como si fuese una novela, pero, en lugar de sacar los personajes y las situaciones de su imaginación, los había tomado de la vida real.
“A sangre fría” podrá estar escrita como una novela, pero refleja la realidad de los hechos hasta el más mínimo detalle han observados algunos críticos de esa nueva forma de narrar.

¿QUIÉN ERA TRUMAN CAPOTE?
“EL NIÑO MARIQUITA”
Truman Capote, “sureño” como William Faulkner, nació por accidente en la ciudad de New Orleans, capital del estado de Louisiana, un 30 de septiembre de 1924 cuando en el “Deep South” de Estados Unidos pese a estar prohibido por la Constitución se seguía practicando el racismo, la discriminación y el segregacionismo y la gente del sur miraba hacia el norte, especialmente a la ciudad de New York como el lugar óptimo para “emigrar” para encontrar la libertad y bienestar económico. También para liberarse de prejuicios sociales, y la discriminación por ser raro, de preferencia sexual “especial”.
En esa realidad social deprimente- dicotomía de siglos- nació Truman en el sur perdedor de la guerra civil, el sur donde ser blanco era una ventaja mientras los negros seguían relegados. Y cuando la migración del sur hacia el norte era la mejor solución para salir del atraso y pobreza. Algunos sureños emigraban por otras causas: como huir de alguna deuda, de una relación frustrada, de unos padres opresores o prófugos de la justicia. Huir de un marido cruel fue el caso de Lilliam Mae, la jovencita de Monroeville que emigró a New York para alejarse del padre de Truman, un timador profesional y marinero del Mississippi, quien le daba mal trato.
En un año el matrimonio se deshizo. Es así como Mae, para reunirse con su nueva conquista un empresario de origen cubano de apellido Capote, viaja a New York. Capote fue un apellido atractivo para Truman, quien con el tiempo lo adoptó. El joven de voz aguda que fue llevado por su madre a la gran urbe donde paulatinamente dejaría de ocultar su feminidad y su lógica inclinación erótica a sujetos de su mismo sexo. El joven Truman ya en New York, no ocultó nunca más su homosexualidad.
El nombre de pila de Truman Capote fue Truman Streckfus Persons, hijo de Arch Persons, empleado de una naviera que recorría el rio Mississippi y Lillian Mae Faulk, una jovencita de Monroeville, Alabama. El matrimonio de la madre de Truman y su padre estaba condenado al fracaso. Después de la luna de miel la pareja vivió algunos meses en la casa de las tías de Lille, en Monroeville y después se trasladaron a New Orleans porque Archie estaba desocupado. Para esa fecha el amor de Lille por Arch se había esfumado. Y un año después del nacimiento de Truman su padre abandonó a su madre la que empezó a tener diferentes amantes. En un texto Truman recuerda haber visto a su madre tener sexo con alguno de sus amantes.

THE NEW YORKER LA REVISTA QUE LE DIÓ LA FAMA.
La entrada de Capote -a sus 19 años- en el mundo literario fue circunstancial. Para sobrevivir en un Nueva York que miraba terminar la II guerra mundial Truman consiguió trabajo en una revista de ayudante de oficina, de este modo se convirtió en armador de galeras de la prestigiosa Revista The New Yorker; mezclaba letras, puntos y comas como corrector de pruebas a la vez que se entretenía leyendo los textos de los famosos colaboradores del magazín; usaba entonces su nombre de pila: Truman Streckfus Persons. Después con el tiempo Capote se convertiría en escritor estrella de The New Yorker.
Antes de llegar a The New Yorker, el joven de voz atiplada de cuerpo menudo y maneras de “mariquita” como le dijo una vez su madre, había pasado por experiencias traumáticas como ver los actos sexuales de su progenitora con hombres que no eran su padre y ser violado por compañeros en la escuela militar de Saint John en 1936, lugar que se suponía saldría convertido “en todo un hombre”. En esa escuela militar Truman de apenas 12 años cumplidos pasó un año terrible sometido a todo tipo de vejámenes. En la “prisión” Truman supo que estaba en un mundo que odiaba a los homosexuales. Y que tenía un largo trecho por recorrer antes de conseguir la fama de escritor con su obra maestra: A sangre Fría.
Fue en la secundaria en el instituto de Greenwich en 1939 que Truman es descubierto como un talentoso bisoño escritor por una de sus maestras, y al siguiente año le publican su relato titulado “Lucy”.
En 1947 Truman Capote ya era una conocida promesa de las letras en New York. Y alternaba con algunos escritores que luchaban por abrirse paso al reconocimiento y la fama en la gran Manzana. Truman ya había vivido en diferentes lugares, había aprendido a sobrevivir a base de aceptar el desprecio y utilizar su facilidad de hacer amigos para hacerse conocer como un novel escritor de gran talento. Y que si era talentoso. Desde niño había demostrado sus dotes de narrador, pero las circunstancias no le habían permitido dedicarse a escribir y vender sus historias. Algunas veces cuando la soledad lo atrapaba, Truman le contaba a sus amigos que durante su niñez, vivió en las granjas del sur de los Estados Unidos y, según sus palabras, empezó a escribir para mitigar el aislamiento sufrido durante su infancia.
A los 21 deja The New Yorker y publica sus relatos “Miriam” y “Un árbol de noche” en la revista ‘Mademoiselle’ y en Harpers Bazaar. Es distinguido con el Premio O’Henry. La crítica, que lo celebra sin reservas, hasta lo comparan con Edgar Allan Poe; lo consideran un discípulo de Poe y llaman a su forma de escribir estilo: “gótico introspectivo”. A los 23 años Truman ya es una celebridad. Consigue patrocinio y edita su primera obra: “Otras voces, otros ámbitos”, publicada en 1948 que fue una de las primeras novelas que plantearon abiertamente el tema de la homosexualidad.
Ese año de 1947 fue crucial para el futuro literario de Truman, al conocer y estrechar lazos amistosos con Tennessee Williams, diez años mayor que él, también homosexual y también del sur. Williams tenía en escena en Broadway su famosa obra: Un tranvía llamado deseo. En esa década Truman comenzó a codearse con conocidos escritores y periodistas de New York y de su estado natal Louisiana.

 

A SANGRE FRIA Y EL SALTO A LA FAMA
En un pueblecito de Kansas llamado Holcomb, un 15 de noviembre de 1959, cuatro miembros de la familia Clutter, un matrimonio y sus dos hijos adolescentes, fueron salvajemente asesinados en su casa por Dick Hickcock y Perry Smith. Ese truculento hecho sirvió para el gran relato que fue a Sangre Fria, “Truman Capote entonces logró dar un vuelco a su carrera literaria. Fue A sangre fría, la novela que le consagró definitivamente como uno de los grandes de la literatura norteamericana del siglo XX y el creador de la “nonficción novel”.
El asesinato de los Clutter conmovió a Estados Unidos, porque los grandes diarios le dieron un gran despliegue.
Truman Capote, estaba en la ciudad de New York en esos días. Como ávido lector todas las mañanas con todo y resaca, leía los diarios mientras desayunaba. Entonces en la sección de sucesos leyó en el “New York Times” la noticia del asesinato de la familia Clutter en un pueblecito de Kansas. Lo que despertó su curiosidad no fue el asesinato en sí de aquellas cuatro personas (el padre, la madre y dos de sus hijos), sino el efecto que hubiesen provocado esos terribles acontecimientos aparentemente inmotivados, en una comunidad tan pequeña y aislada como Holcomb.

Así comienza la novela A Sangre fría, Truman Capote:
El pueblo de Holcomb está en las elevadas llanuras trigueras del oeste de Kansas, una zona solitaria que otros habitantes de Kansas llaman «allá». A más de cien kilómetros al este de la frontera de Colorado, el campo, con sus nítidos cielos azules y su aire puro como el del desierto, tiene una atmósfera que se parece más al Lejano Oeste que al Medio Oeste.
El acento local tiene un aroma de praderas, un dejo nasal de peón, y los hombres, muchos de ellos, llevan pantalones ajustados, sombreros de ala ancha y botas de tacones altos y punta afilada. La tierra es llana y las vistas enormemente grandes; caballos, rebaños de ganado, racimos de blancos silos que se alzan con tanta gracia como templos griegos son visibles mucho antes de que el viajero llegue hasta ellos. Holcomb también es visible desde lejos. No es que haya mucho que ver allí… es simplemente un conjunto de edificios sin objeto, divididos en el centro por las vías del ferrocarril de Santa Fe, una aldea azarosa limitada al sur por un trozo del río Arkansas, al norte por la carretera número 50 y al este y al oeste por praderas y campos de trigo. Después de las lluvias, o cuando se derrite la nieve, las calles sin nombre, sin árboles, sin pavimento, pasan del exceso de polvo al exceso de lodo. En un extremo del pueblo se levanta una antigua estructura de estuco en cuyo techo hay un cartel luminoso —BAILE—, pero ya nadie baila y hace varios años que el cartel no se enciende. Cerca, hay otro edificio con un cartel irrelevante, dorado, colocado sobre una ventana sucia: BANCO DE HOLCOMB. El banco quebró en 1933 y sus antiguas oficinas han sido transformadas en apartamentos. Es una de las dos «casas de apartamentos» del pueblo; la segunda es una mansión decadente, conocida como «el colegio» porque buena parte de los profesores del liceo local viven allí. Pero la mayor parte de las casas de Holcomb son de una sola planta, con una galería en el frente.
Cerca de la estación del ferrocarril, una mujer delgada que lleva una chaqueta de cuero, pantalones vaqueros y botas, preside una destartalada sucursal de correos. La estación misma, pintada de amarillo desconchado, es igualmente melancólica: El Jefe, El Superjefe y El Capitán pasan por allí todos los días, pero estos famosos expresos nunca se detienen. Ningún tren de pasajeros lo hace… sólo algún tren de mercancías. Arriba, en la carretera, hay dos gasolineras, una de las cuales es, además, una poco surtida tienda de comestibles, mientras la otra funciona también como café… el Café Hartman donde la señora Hartman, la propietaria, sirve bocadillos, café, bebidas sin alcohol y cerveza de baja graduación (Holcomb, como el resto de Texas, es «seco»). Y, en realidad, eso es todo. A menos que se considere, como es debido, el Colegio Holcomb, un edificio de buen aspecto que revela un detalle que la apariencia de la comunidad, por otro lado, esconde: que los padres que envían a sus hijos a esta moderna y eficaz escuela (abarca desde jardinería hasta ingreso a la universidad y una flota de autobuses transporta a los estudiantes —unos trescientos sesenta— a distancias de hasta veinticinco kilómetros) son, en general, gente próspera. Rancheros en su mayoría, proceden de orígenes muy diferentes: alemanes, irlandeses, noruegos, mexicanos, japoneses. Crían vacas y ovejas, plantan trigo, sorgo, pienso y remolacha. La labranza es siempre un trabajo arriesgado, pero al oeste de Kansas los labradores se consideran «jugadores natos», ya que cuentan con lluvias muy escasas (el promedio anual es de treinta centímetros) y terribles problemas de riego. Sin embargo, los últimos siete años no han incluido sequías. Los labradores del condado de Finney, del que forma parte Holcomb, han logrado buenas ganancias; el dinero no ha surgido sólo de sus granjas sino de la explotación del abundante gas natural, y la prosperidad se refleja en el nuevo colegio, en los confortables interiores de las granjas, en los elevados silos llenos de grano.
Hasta una mañana de mediados de noviembre de 1959, pocos americanos —en realidad pocos habitantes de Kansas— habían oído hablar de Holcomb. Como la corriente del río, como los conductores que pasaban por la carretera, como los trenes amarillos que bajaban por los raíles de Santa Fe, el drama, los acontecimientos excepcionales nunca se habían detenido allí. Los habitantes del pueblo —doscientos setenta— estaban satisfechos de que así fuera, contentos de existir de forma ordinaria… trabajar, cazar, ver la televisión, ir a los actos de la escuela, a los ensayos del coro y a las reuniones del club 4-H. Pero entonces, en las primeras horas de esa mañana de noviembre, un domingo por la mañana, algunos sonidos sorprendentes interfirieron con los ruidos nocturnos normales de Holcomb… con la activa histeria de los coyotes, el chasquido seco de las plantas arrastradas por el viento, los quejidos lejanos del silbido de las locomotoras. En ese momento, ni un alma los oyó en el pueblo dormido… cuatro disparos que, en total, terminaron con seis vidas humanas. Pero después, la gente del pueblo, hasta entonces suficientemente confiada como para no echar llave por la noche, descubrió que su imaginación los recreaba una y otra vez… esas sombrías explosiones que encendieron hogueras de desconfianza, a cuyo resplandor muchos viejos vecinos se miraron extrañamente, como si no se conocieran.

Para redactar A sangre fría, el escritor huyó tanto de Kansas como de la bulliciosa Nueva York, para hallar finalmente la paz que esperaba en el pueblecito pesquero de Palamós, en la Costa Brava catalana, donde pasó tres largos veranos (1960, 1961 y 1962). De regreso a la ciudad de los rascacielos, Capote se dio cuenta de que la intensa vida social que llevaba apenas le dejaría tiempo para escribir su novela. Con 4.000 folios para transcribir, Capote no quería escribir la mera crónica de un crimen, sino la historia de una familia buena y decente que fue salvajemente asaltada en mitad de la noche por dos asesinos fuera de control. la curiosa historia de ‘a sangre fría’, la obra maestra de truman capotehistoria.nationalgeographic.com.es/

SU OBRA AUTOBIOGRÁFICA
Truman Capote escribe, durante dos años, Otras voces, otros ámbitos (1948). “Esta novela impresionó más por su abierto planteamiento de las relaciones homosexuales que por sus verdaderos méritos literarios, y por sus reflejos autobiográficos más que por su delicada exposición de las vivencias infantiles: un niño solo, Joel, que busca a su padre en el profundo Sur y termina por elegir a un transvestido como figura paternal. En esta su primera novela, Capote fue comparado con Alain Fournier el autor de El gran Meaulnes, por su peculiar objetivación poética del mundo de la infancia, por su atmósfera lírica y por su exaltación de la naturaleza”.

LA MUERTE TRÁGICA DE TRUMAN A LOS 59 AÑOS
En 1964, Truman Capote comienza a luchar contra su adicción al alcohol y los barbitúricos, tiene ya 40, su juventud le permiten alternar sus excesos y seguir escribiendo. Después de la publicación de A Sangre Fría, su alcoholismo se agudiza y su dependencia de los sedantes amenazan su salud. En 1971 se involucra en la investigación de los asesinatos del Clan Mason en California, es encarcelado algunas horas por no suministrar información a la policía y sufre una crisis de nervios. Va a parar a un hospital. A partir de esa fecha Truman vive un infierno con sus adicciones y su entrada y salidas a sanatorios y centros de desintoxicación se repiten. En 1977 Truman además de alcohol, barbitúricos consume cocaína a granel. En 1979 logra un poco de sobriedad, pero un año después recae en el alcohol, para no parar su caída en picada. El 25 de agosto de 1984, en medio de una agonía de alcohol y drogas, Capote muere inesperadamente. Sobre su muerte hay muchas versiones. Se dijo que fue debida a una sobredosis de drogas (algo que le había llevado al hospital en más de una ocasión). Un médico de la oficina del forense de Los Ángeles aseguró que el escritor murió por causas naturales, a consecuencia de una dolencia hepática. Pero otras versiones aseguran que se suicidó con una sobredosis de pastillas estando alcoholizado.

Otras obras de Truman Capote:

Un árbol de noche y otros cuentos (1949),
El arpa de hierba (1951),
Se oyen las musas (1956)
Desayuno en Tiffany’s (1958

JAL-2024