LA TIERRA BALDÍA[1] (1922)

Nam Sibyllam quidem Cumis ego ipse oculis meis
vidi in ampulla pendere, et cum illi pueri dicerent
Σίβυλλα τί θέλεις; respondebat illa άποθανείν θέλω [2]

Para Ezra Pound [3]
il miglior fabbro

Por T.S. Eliot

1-EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS [4]

ABRIL ES EL más cruel de los meses, pues engendra
lilas en el campo muerto, confunde
memoria y deseo, revive
yertas raíces con lluvia de primavera[5].
El invierno nos dio calor, cubriendo
la tierra con nieve sin memoria, alimentando
un hilo de vida con tubérculos secos.
El verano nos sorprendió llegando al Starnbergersee[6]
con un golpe de lluvia; nos refugiamos en los soportales
y ya con el sol seguimos hasta el Hofgarten[7],
y nos tomamos un café y estuvimos charlando una hora.
Bin gar keine Russin, stamm’ aus Litauen, echt deutsch[8].
Y cuando éramos niños, estando en casa del archiduque,
él, que era mi primo, me llevó en trineo
y tuve mucho miedo. Dijo: Marie,
Marie, agárrate fuerte. Y abajo que fuimos.
Allá en las montañas te sientes libre.
Leo, buena parte de la noche, y voy al sur en invierno.

¿Cuáles son las raíces que agarran, qué ramas crecen
en esta basura pétrea? Hijo del hombre [9],
no puedes saberlo ni imaginarlo, pues conoces sólo
un montón de imágenes rotas, donde el sol bate,
y el árbol muerto no da sombra, ni el grillo alivia [10],
ni hay rumor de agua en la piedra seca. Sólo
hay sombra bajo esta roca roja
(ven a la sombra de esta roca roja)
y te mostraré algo diferente
tanto de tu sombra por la mañana corriendo tras de ti
como de tu sombra por la tarde alargándose hacia ti.
Te mostraré el miedo en un puñado de polvo.
Frisch weht der Wind[11]
Der Heimat zu
Mein Irisch Kind,
Wo weilest du?[12]
«Fue hace un año cuando me diste jacintos por primera vez;
me llamaban la chica de los jacintos».
—Pero cuando volvimos, tarde, del jardín de los jacintos,
tus brazos llenos y tu pelo mojado, no podía
hablar y la vista me fallaba, no estaba
ni vivo ni muerto, y no sabía nada,
mirando el alma de la luz, el silencio[13].
Oed’ und leer das Meer[14].

Madame Sosostris, famosa vidente,
tenía un fuerte resfriado, sin embargo
es conocida como la mujer más sabia de Europa,
y tiene una baraja maldita[15]. Aquí, dijo ella,
está tu carta, el marinero fenicio ahogado.
(Son perlas lo que eran sus ojos antes. ¡Mira!) [16]
Aquí está Belladonna, la Señora de las Rocas,
la señora de las situaciones.
Aquí está el hombre con los tres bastos, y aquí la Rueda,
y aquí el mercader tuerto, y esta carta,
que está en blanco, es algo que lleva a la espalda
y que me está vedado ver. No encuentro
el ahorcado. Temed la muerte por agua.
Veo multitudes caminando en torno a un anillo.
Gracias. Si ve a la buena de Mrs. Equitone,
dígale que traigo el horóscopo yo misma:
hay que ser tan prudente hoy en día.
Ciudad irreal[17],
bajo la neblina sepia del alba invernal,
una multitud fluía en el Puente de Londres; tantos,
nunca hubiera dicho que la muerte hubiera deshecho a tantos[18].
Exhalaban suspiros, cortos y espaciados[19],
y cada hombre fijaba los ojos ante los pies.
Fluían cuesta arriba y bajaban luego por King William Street
hasta donde Saint Mary Woolnoth daba las horas
con un sonido muerto en el repique final de las nueve[20].
Ahí vi a uno que conocía y le paré gritando: «¡Stetson!
¡Eh, estábamos juntos en los barcos de Mylae[21]!
Aquel cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín,
¿ha empezado a brotar? ¿Florecerá este año?
¿O la repentina helada le ha malogrado el lecho?
¡Ah, mantén alejado al Perro, que es amigo del hombre [22],
o lo desenterrará de nuevo con las pezuñas!
¡Tú, hypocrite lecteur, mon semblable, mon frère!» [23]

II- UNA PARTIDA DE AJEDREZ [24]

EL SITIAL EN que ella se sentaba, cual trono bruñido[25],
resplandecía en el mármol, donde el espejo
con soportes labrados de racimos de uva
entre los que asomaba un dorado Cupido
(tras su ala escondía otro sus ojos)
duplicaba las llamas de un candelabro de siete brazos
que reflejaba una luz en la mesa
a cuyo encuentro emergía el fulgor de sus joyas
en rica profusión vertidas con estuches de raso.
En frascos de marfil y cristal policromo,
destapados, fluían sus extraños perfumes sintéticos,
ungüentos, en polvo o líquidos; turbando, confundiendo
y ahogando los sentidos en aromas que ascendían
removidos por el frescor de la ventana,
aumentando las largas llamas de las velas
cuyo humo elevaban hasta el artesonado[26,
conmoviendo el dibujo de los techos encofrados.
Enormes troncos marinos llenos de cobre
ardían en verde y naranja, enmarcados por la coloreada piedra
en cuya triste luz un labrado delfín nadaba.
Como una ventana que diera a la escena silvestre,
sobre la repisa antigua se contemplaba[27]
la mutación de Filomela[28], por el rey bárbaro
tan brutalmente forzada; pero allí el ruiseñor[29]
llenaba el desierto con voz inviolable
y aún gritaba ella y aún busca el mundo,
«yag, yag» a oídos sucios[30].
Y de otros podridos tocones de tiempo
se hablaba en las paredes; formas que miran,
sobresalen, se inclinan, silencian la estancia cercada.
Rumor de pasos en la escalera.
Bajo la luz del fuego, bajo el cepillo, su cabello
transido de puntos ardientes
resplandecía en las palabras, luego salvaje se aquietaba.

«Estoy mal de los nervios esta noche. Sí, mal. No te vayas.
Di algo. ¿Por qué no hablas nunca? Di.
¿En qué estás pensando? ¿Qué piensas? ¿Qué?
Nunca sé qué piensas. Piensa».

Pienso que estamos en el callejón de las ratas [31]
donde los muertos perdieron los huesos.

«¿Qué es ese ruido?»
El viento en la puerta [32].
«¿Y este otro ruido? ¿Qué hace el viento?»
Nada otra vez nada [33].
«¿No
sabes nada? ¿No ves nada? ¿No recuerdas
nada?»

Recuerdo
son perlas lo que eran sus ojos antes.
«¿Estás vivo o muerto? ¿No tienes nada en la cabeza?» [34].
Pero
Oh oh oh oh ese Rag shakesperiano [35]…
Es tan elegante
tan inteligente
«¿Qué hago yo ahora? ¿Qué voy a hacer?
Saldré así y caminaré por la calle
con el pelo suelto, así. ¿Qué vamos a hacer mañana?
¿Qué haremos a partir de ahora?»
Agua caliente a las diez.
Y si llueve, un coche con capota a las cuatro.
Y jugaremos una partida de ajedrez,
apretando los ojos sin párpados y esperando que llamen a la puerta[36].

Cuando desmovilizaron al marido de Lil, le dije,
no tengo pelos en la lengua, se lo dije yo misma,
RÁPIDO POR FAVOR ES LA HORA[37]
Ahora que Albert va a volver, arréglate un poco.
Querrá saber qué has hecho con el dinero que te dio
para que te pusieras dientes. Sí lo hizo, yo lo vi.
Te los quitas todos, Lil, y te pones una bonita dentadura.
Lo dijo, lo juro, no soporto mirarte.
Yo tampoco, le dije, y piensa en el pobre Albert,
ha sido soldado cuatro años, querrá pasárselo bien,
y si tú no se lo das, habrá otras, le dije.
¿Otras?, dijo. Probablemente, le dije.
Pues ya sabré a quién darle las gracias, me dijo, y se quedó mirándome.
RÁPIDO POR FAVOR ES LA HORA
Si no te gusta te aguantas, le dije.
Otras tienen dónde elegir si tú no puedes.
Pero si Albert se larga, no será porque yo no te haya avisado.
Debería darte vergüenza, le dije, verte tan ajada.
(Y sólo tiene treinta y un años).
No puedo evitarlo, dijo, con cara larga,
son las pastillas que tomé para expulsarlo, me dijo.
(Ya ha tenido cinco y casi se murió del pequeño George).
El farmacéutico dijo que no pasaba nada, pero no he vuelto a ser la misma.
Eres tonta de remate, le dije.
Bueno, si Albert no te deja tranquila, a eso vamos, le dije,
¿para qué te casaste si no quieres niños?
RÁPIDO POR FAVOR ES LA HORA
Bien, ese domingo Albert ya estaba en casa, hicieron jamón cocido,
y me invitaron a cenar para que probara lo bueno que estaba.
RÁPIDO POR FAVOR ES LA HORA
RÁPIDO POR FAVOR ES LA HORA
Buenas noches Bill. Buenas noches Lou. Buenas noches May. Buenas noches.
Ala. Buenas noches. Buenas noches.
Buenas noches, señoras, buenas noches, dulces damas, buenas noches, buenas noches.[38]

III- EL SERMÓN DEL FUEGO [39]

EL DOSEL DEL río se ha roto; los últimos dedos de follaje
tratan de agarrarse y se hunden en la orilla húmeda. El viento
atraviesa desoído la tierra parda. Las ninfas se han ido.
Fluye suave, dulce Támesis, hasta que mi canción acabe [40].
El río ya no lleva botellas vacías, papel de bocadillo,
pañuelos de seda, cajas de cartón, colillas
ni otros testigos de noches de verano. Las ninfas se han ido.
Y sus amigos, vagos herederos de ejecutivos de la City[41]
—se han ido y no han dejado señas.
En la orilla del Leman me senté y lloré[42]…
Fluye suave, dulce Támesis, hasta que mi canción acabe,
fluye suave, dulce Támesis, pues no hablo alto ni extenso.
Pero a mi espalda en un golpe frío oigo[43]
un estallido de risa muda y la percusión de huesos.

Una rata se deslizó en la vegetación
fregando el vientre viscoso en la orilla
mientras estaba yo pescando en el canal sombrío
una tarde de invierno ahí tras la fábrica de gas
pensando en el naufragio de mi hermano el rey
y en la muerte de mi padre el rey antes de él[44].
Blancos cuerpos desnudos en el suelo bajo y húmedo
y huesos echados en un desván seco y exiguo
cada año revueltos por pasos de rata tan solo.
Pero a mi espalda de vez en cuando oigo[45]
el fragor de bocinas y motores, que en primavera[46]
llevarán a Sweeney[47] con Mrs. Porter.
Cómo brillaba la luna en Mrs. Porter[48]
y en su hija
los pies se lavaban con agua de soda
Et O ces voix d’enfants, chantant dans la coupole[49]!

Twit twit twit[50]
Yag yag yag yag yag yag
Tan brutalmente forzada.
Tereo

Ciudad irreal
bajo la neblina sepia de un mediodía de invierno
Mr. Eugenides, el mercader de Esmirna
sin afeitar, con un bolsillo lleno de pasas[51]
(C.i.f[52]. Londres: documentos a la vista),
me propuso en un francés demótico
comer en el Cannon Street Hotel
y pasar luego un fin de semana en el Metropole.

En la hora violeta, cuando los ojos y la espalda
se levantan de la mesa, cuando el motor humano aguarda
como un taxi resollando en espera,
yo, Tiresias, aunque ciego, resollando entre dos vidas[53],
viejo con arrugados pechos de mujer, puedo ver,
en la hora violeta, la hora del atardecer que se afana
hacia casa, y a casa devuelve del mar al marinero[54],
a casa la secretaria para el té, que prepara el desayuno, enciende
el fogón y saca comida enlatada.
En la ventana se tienden peligrosas
sus combinaciones, secándose con el último sol,
se apilan en el diván (cama, de noche)
medias, zapatillas, camisas y sujetadores.
Yo, Tiresias, viejo de arrugadas tetas,
contemplé la escena y predije el resto
—aguardaba también al huésped anunciado.
Él, joven forunculoso, llega,
empleado de una pequeña agencia, con mirada altiva,
uno de esos advenedizos tan arrogantes
como un sombrero de copa en un nuevo rico de Bradford.
El momento es ya propicio, imagina,
la cena terminada, ella aburrida y cansada,
intenta atraerla con caricias
que si bien no desea, aún no rechaza.
Sofocado y decidido, se abalanza de golpe;
las manos exploran sin obstáculo,
su vanidad no requiere respuesta
y acepta con gusto la indiferencia.
(Y yo Tiresias todo lo he sufrido de antemano,
todo lo ocurrido en esta cama o diván,
yo que me senté a los pies del muro de Tebas
y caminé entre los muertos más profundos).
Concede un último e indulgente beso,
busca a tientas la puerta, no hay luz en el rellano…

Ella se vuelve y se mira un momento en el espejo,
apenas consciente del amante que se aleja;
su mente consiente medio pensamiento:
«Bueno, ya está: me alegro de que haya pasado».
Cuando bella mujer pierde la cabeza[55]
y pasea luego por su cuarto a solas,
se alisa el pelo sin darse cuenta
y pone un disco en la gramola.

«Me seguía esa música sobre las aguas[56]»
y a lo largo del Strand, Queen Victoria Street arriba.
Oh, ciudad, ciudad, oigo a veces
al lado de un pub en Lower Thames Street
el dulce lamento de una mandolina
y el ruido y la cháchara adentro
donde los pescaderos se distraen a mediodía: donde los muros
de Magnus Martyr albergan[57]
un misterioso esplendor de jónicos blanco y oro.

El río suda[58]
aceite y brea
las barcas derivan
con el cambio de marea
velas rojas
grandes
a sotavento, ríen en el mástil.
Las barcas barren
troncos flotantes
Greenwich Reach abajo
la Isle of Dogs pasada.
Weialala leia
Wallala leialala

Elizabeth y Leicester[59]
batiendo remos
la popa formaba
una concha dorada
rojo y oro
el agua picada
en las ribas olea
viento del sudoeste
corriente abajo engolfaba
el repique de campanas
torres blancas
Weialala leia
Wallala leialala

«Tranvías y sucias ramas.
Highbury me alumbró. Richmond and Kew [60]
me deshizo. En Richmond me alcé de rodillas
supina en el fondo de una estrecha canoa».

«Tengo los pies en Moorgate y el corazón
bajo los pies. Tras el suceso
él lloró y prometió “un nuevo comienzo”.
No hice ningún comentario. ¿A qué reprochárselo?»
«En Margate Sands.
No puedo conectar
nada con nada.
Las uñas rotas de manos sucias.
Mi gente sencilla gente que no espera
nada».
la la
Vine entonces a Cartago [61]

Ardiendo ardiendo ardiendo ardiendo [62]
Oh Señor tú me arrancas [63]
Oh Señor tú arrancas

Ardiendo

IV. MUERTE POR AGUA [64]

FLEBAS EL FENICIO, ya quince días muerto,
olvidó el grito de las gaviotas y la mar gruesa
y los beneficios y las pérdidas.
Una corriente submarina
arrastró sus huesos en susurros. Al levantarse y caerse
pasó todos los estadios de su edad y juventud
adentrándose en el remolino.
Gentil o judío
320 oh tú que giras la rueda y miras a barlovento,
considera a Flebas, que fue tan alto y guapo como tú.

V- SEGÚN DIJO EL TRUENO [65]

TRAS LA ROJA luz de antorcha en caras sudorosas
tras el silencio escarchado en los jardines
tras la agonía en los pedregales
los gritos y los llantos
prisión y palacio y reverbero
de trueno primaveral en montañas lejanas
Quien estaba vivo está ya muerto
nosotros vivíamos y estamos muriendo
con un poco de paciencia[66]
Aquí no hay agua sino sólo roca
roca sin agua y el camino de arena
el camino que serpentea arriba en las montañas
que son montañas de roca sin agua
si hubiera agua nos sentaríamos a beber
en medio de la roca no puede uno parar o pensar
seco está el sudor y los pies en la arena
si por lo menos hubiera agua entre la roca
muerta montaña con boca llena de caries que no puede escupir
uno no puede aquí estar ni yacer ni sentarse
no hay siquiera silencio en las montañas
sino seco trueno estéril sin lluvia
no hay siquiera soledad en las montañas
sino muecas en hoscas caras que gruñen
en puertas de casas de barro con grietas
Si hubiera agua
en vez de roca
si hubiera roca
y también agua
y agua
un manantial
una poza entre la roca
si por lo menos se oyera el sonido del agua
no la cigarra
y la yerba seca cantando
sino el agua resonante sobre una roca
donde canta el zorzal ermitaño en los pinares[67]
Drip drop drip drop drop drop drop
pero no hay agua[68]
¿Quién es el tercero que camina siempre a tu lado[69]?
Si cuento, sólo estamos tú y yo juntos
pero cuando levanto la vista al camino blanco
siempre hay otro caminando a tu lado
escabulléndose envuelto en un manto marrón,
lleva capucha y no sé si es hombre o mujer
—pero ¿quién es ése a tu otro lado?

Qué es ese sonido alto en el aire
murmullo de maternal lamentación
quiénes son esas hordas encapuchadas pululando
en infinitas llanuras, tropezando en la tierra agrietada
circundada solo por el horizonte plano
Cuál ciudad en las montañas
cruje y se renueva y estalla en el aire violeta
torres que se derrumban
Jerusalén Atenas Alejandría
Viena Londres
Irreal[70]

Una mujer se estiraba su larga cabellera negra
y arrancaba susurrante música de esas cuerdas
y murciélagos con cara de recién nacidos
en el aire violeta silbaban y batían las alas
reptaban cabeza abajo por un muro ennegrecido
y arriba en el aire había torres
tocando campanas evocadoras que daban las horas
y voces que cantan en cisternas vacías y pozos exhaustos.

En este hoyo pútrido entre las montañas
a la desvaída luz de la luna, la yerba canta
en lápidas rotas, allá por la capilla
está la capilla vacía, ya sólo hogar del viento.
No hay ventanas y la puerta baila,
los huesos secos no hacen daño a nadie.
Sólo un gallo había en lo alto del tejado
Co co rico co co rico
En el vislumbre del relámpago. Y una ráfaga húmeda
trae lluvia de pronto

Bajo iba Ganga y las hojas mustias
esperaban lluvia, mientras negras nubes
se amasaban en la lejanía, sobre Himavant.
La jungla se encogió, agachada en silencio.
Y así habló el trueno
DA
Datta: ¿qué hemos dado?[71]
Amigo mío, sangre que me sacude el corazón
la terrible osadía de un instante de rendición
que ni toda una era de prudencia podría reparar
por eso y sólo por eso hemos existido
lo que no se hallará en nuestros obituarios
ni en recuerdos velados por la benéfica araña[72]
o en sellos rotos por el flaco notario
en nuestras estancias vacías
DA
Dayadhvam: he oído cómo la llave[73]
gira en la puerta una vez y una tan sólo
pensamos en la llave, cada uno en su prisión
pensando en la llave, confirma cada uno una prisión
sólo al caer la noche, rumores etéreos
reviven por un instante a un abatido Coriolano[74]
DA
Damyata: La barca respondió
jovial a la mano experta con vela y remo
el mar estaba en calma, tu corazón hubiera respondido
jovial, como invitado, latiendo obediente
a manos gobernantes

Me senté en la orilla
pescando, con la árida llanura a mi espalda[75]
¿Pondré al menos orden en mis tierras?
El Puente de Londres se está cayendo cayendo cayendo
Poi s’ascose nel foco che gli affina[76]
Quando fiam uti chelidon —oh golondrina golondrina[77]
Le Prince d’Aquitaine à la tour abolie[78]
Con estos fragmentos he soportado mis ruinas
Bueno, os ayudaré. Jerónimo está loco otra vez.[79]
Datta. Dayadhvam. Damyata.
Shantih shantih shantih.[80]

Thomas Stearns Eliot T.S. Eliot
(Missouri, USA, 1888-Londres, 1965)