Por José Antonio Luna
Primera parte
Pocos poetas han dejado tantas cartas a tantos destinatarios como Rubén Darío. Conocidas hay casi un millar de misivas clasificadas y archivadas en diferentes países, pero siguen apareciendo epístolas del nicaragüense para seguir iluminando su dramática vida como afirmó con mucha certeza el dariista profesor Edelberto Torres en el clásico: La dramática vida de Rubén Darío.
Rubén, fue un pensador que dedicó gran parte de su tiempo a testimoniar su vida: sus viajes, sus amistades, sus proyectos inacabados, -murió a la temprana edad de 49 años, -sus miedos, sus desamores y especialmente su genialidad como poeta renovador. Su revolución en las letras llamado modernismo.
Se afirma que Darío más de un millar de epístolas dirigidas a amigos, instituciones, enemigos, gobiernos, escritores, artistas, musas, etc. Solo don Miguel de Unamuno que yo sepa dejó tantas cartas como Rubén.
Darío, legó a la posteridad cartas reveladoras que nos permiten profundizar en su intimidad, que junto con su autobiografía son las fuentes vitales para el análisis intrínseco e individual de su vida y obra.
La bibliografía de la vida y obra sobre Rubén Darío –especialmente poesía y cuentos- es abundante y variada; solamente las cartas hasta ahora conocidas y su corta autobiografía nos permiten una identificación real y vivida: del niño tímido, del poeta solitario, del hombre agobiado por el misterio de la muerte, del dipsómano que no entiende su sed por las bebidas etílicas, del escritor abrumado por la pobreza, del hombre sin familia lejos de Francisca Sánchez y Güichin, en fin que el verdadero Rubén Darío se devela con toda su grandezas y miserias en esos mensajes personalizados llamados cartas que ahora se llaman e-mail, text.
Rubén convirtió el género epistolar en fuente de información imprescindible para los biógrafos e investigadores que además de su poesía y ensayos analizan cartas que en muchos de los casos contienen información importante sobre personajes, lugares, ciudades y especialmente el estado ánimo del vate.
El material epistolar de Darío ha sido clasificado por fechas, por personajes o destinatarios, por países y ciudades, por periódicos, revistas y por colecciones privadas, por temática y por etapas de la vida del poeta desde su adolescencia hasta su muerte en 1916. Y cada carta ha sido sujeta al estudio riguroso de los expertos, también lógicamente interpretadas de múltiples formas.
De allí que personalmente el epistolario de Rubén Darío me haya siempre atraído profundamente. Las cartas me permiten acercarme al poeta sin intermediarios, sin la sentencia sabihonda del experto, del académico, del crítico literario. Las cartas son una luz intensa que ilumina el resultado final de un artista. Las cartas son diálogos a la lejanía y están casi siempre cargadas de espontaneidad y franqueza. Actos de liberación ante la vida a veces dolorosa, inclemente. Las cartas de Darío, de García Lorca, de Rilke de Kafka, Unamuno son terapéuticas. Curan el alma.
He aquí una minúscula muestra del quehacer epistolar Rubén Darío:
Desde su juventud el poeta enviaba cartas a amigos, donde se refería a sus iniciales escarceos amorosos, sus conflictos existenciales juveniles y detalles de su escasez perenne de dinero.
A la edad de 15 años el poeta ya tenía deudas y le envió una carta desde Chinandega a un amigo de León de Nicaragua identificado como Francisco Castro pidiéndole ayuda:
“Chico: Esta carta va por veinte. Oye: todo lo que aquí te digo no lo sabrá otro. Sabes que estoy en una situación horrible. Vine a buscar dinero y me hallo debiendo mas de cien (pesos) fuertes. Chico, te ruego consigas algo para pagar la composición de un frac donde Tonino y me lo mandas antes del 14”. En la extensa carta el poeta además de expresar su desesperación por la falta de dinero revela un estado anímico explosivo e imprevisto: “Chico estoy al darme un tiro. Tú me conoces ya. ¡Que te parece! Ayer y anteayer no comí de vergüenza en el hotel…” Semanas después el poeta niño partiría a El Salvador en su primer viaje, preludio de un viaje interminable que lo llevaría por otras tierras siendo un jovencito.
Darío también escribió sobre el proyectado canal interoceánico por Nicaragua, proyecto que nunca se concretó. En sus cartas el poeta deja registro, de las discusiones sobre los ventajas y desventajas de un canal, -tema de actualidad en este siglo XXI-en una carta que dirige en 1887 desde Valparaíso, Chile al general Juan J. Cañas en Nicaragua.
En la extensa carta al militar Rubén toca diferentes temas. Pero el tema del canal es como un mensaje premonitorio de lo olvidado que seguiría estando nicaragua en el transcurso de las décadas venideras. Nicaragua en ese entonces era poco conocida según la carta de Rubén:
“Cuando yo llegué a Chile, Nicaragua era para los chilenos como un país berberisco, como una tierra de montañas adentro. Algunos pocos hombres ilustrados hablaban de allá-nicaragua-como en humo de pajas. Apenas se referían en sus conversaciones a la invasión de Walker y a la de Barrios y al entonces proyectado Canal Interoceánico…Yo en mi puesto de redactor de La Época de Santiago, como usted debe comprender, hacia todo lo posible por dar a conocer mi país…Mis artículos sobre Nicaragua, sobre su gobierno, sobre el canal reproducidos por casi toda la prensa argentina y uruguaya, demuestran que no he dejado un solo momento de servir a la patria…”
Darío en sus textos hizo fuertes críticas por las condiciones en que se negociaba la posibilidad del canal –quimérico- por Nicaragua. Tema que nunca dejó porque en 1914, dos años antes de morir escribió condenando el tratado Chamorro-Bryan por lesivo a la soberanía nacional. Sería Darío, con el transcurso del tiempo, quien se convertiría en una referencia para su nicaragua natal. El poeta sacaría a la “tierra de lagos y volcanes” del anonimato.
Un detalle interesante sobre la personalidad de Darío y que aparece reflejado en sus cartas es su timidez extrema. Al respecto Arturo Capdevila, el creador de Rubén Darío Un Bardo Rei, relata en su obra la siguiente anécdota:
Manuel Carlés quien conoció a Rubén recién este llegó este a Buenos Aires en 1893, – le contó personalmente décadas después del episodio- que una madrugada de bohemia Miguelito Escalada le tocó el hombre y le pidió hablar en privado. “Habrás de saber que Rubén está en las últimas de la pobreza”, hay que conseguirle trabajo en el correo con tu hermano Carlos, le dijo a secas. “Ni una palabra más, le contesté. Al día siguiente se encontró con Darío y lo llevó a la oficina de su hermano Carlos. Después de los saludos protocolarios, Carlos Carlés director de la oficina de correos le preguntó a Darío:
¿Así que usted quiere ser correista?
Darío hizo un gesto solamente.
Muy bien entonces ¿En qué podría usted sernos útil?
Otro ademán embarazoso de Rubén.
Le dice Carlés: Digo… ¿Cuál de las muchas cualidades que lo adornan seria la qué?
Darío con una mirada entre dulce y triste contesta: Tengo el don negativo del silencio.
Carlés reacciona inmediatamente y le dice:
” Será entonces mi secretario privado”.
En 1888 año de la publicación de Azul, Rubén Darío esta viviendo plenamente su etapa chilena. Ya es un consumado periodista que no rehúye polémicas y defiende sus ideas y principios con una vehemencia que sería una de sus características a lo largo de su fructífera vida.
En una carta fechada en Valparaíso dirigida al poeta Narciso Tondreau, el poeta nicaragüense con solo 21 años es un verdadero flechero que llama al pan y al vino vino.
Mi querido poeta: Recibí su número de La Época en que venían tres traducciones del hermoso Richepin. Usted sabe que Richepin es hermoso y lo he traducido hermosamente…” ¡Eh Richepin como quien dice: unos poetillas que gustan de leer a Richepin, que me den La Glu y La Mer y que me sirvan Le Pave y las Chansons des Gueux! A propósito, un perro que se oculta bajo la firma “Felipe Igualdad”, nos insulta en un periodiquillo de Santiago cuyo nombre no recuerdo. ¡Nos ladra sin más motivo que haber intentado el Romancero! Y nos llama –y lo peor es que lo llama a usted y Cararo-aventureros y ganapanes de la prensa. Quisiera saber quien es ese discipulo de Figueroa, para decirle: ¡Bruto, bestia, animal, caballo, burro! Y no más.
La carta continúa con un párrafo interesantísimo porque el poeta se refiere a lo fútil del periodismo oficialista. Es decir, el periodismo gobiernista:
Le agradecería que todo diario centroamericano, hasta los oficiales, que son inservibles ahí, me los empaquetase dulcemente y me los remitiese a la Redacción de El Heraldo, donde estoy de croniquero y semanero para servir y estimar a usted, mi querido poeta don Narciso Tondreau…”
Con motivo de la muerte de su padre Manuel Darío el 5 de diciembre de 1888 en León, Nicaragua, Rubén prepara un viaje a Nicaragua que seria realizado con la ayuda de sus amigos que le “prestaron dinero” para el pasaje. En una carta fechada el 25 de diciembre de 1988 dirigida a Pedro Nolasco Prendez IV, Rubén expresa su intensa ansiedad por el atraso de su viaje lógicamente debido a la falta de dinero para el pasaje del vapor.
Mi querido amigo: Hasta hoy respondo por razón de proseguir aquí sin descanso la consecución de los medios necesarios para el viaje. Es un hecho que no podrá realizarse el viaje sino hasta el 5 de enero, es decir dentro de once días contando desde hoy. De no (ser posible) hay que esperar el vapor próximo. Con lo que tú me has conseguido, tengo ya para los gastos de viaje y llegada. Aquí se trata de conseguir pasaje, y de “arreglarme la maleta”, como dice (de la) Barra. Esto poco a poco parece que se conseguirá. Y a propósito. Carballo me ofreció una caja hace mucho tiempo…en tal caso debe estar en poder de don Manuel Rodríguez Mendoza. Tú puedes hacerme el servicio de mandar pedir en mi nombre unos libros y ropa que tengo en casa del mismo Manuel, y reemitírmelos por expreso. Si la caja se encontrara seria un pequeño ahorro.
Es terrible el asunto del viaje, tal como lo estoy palpando. Pero que se hace. La ayuda conseguida, es parte del camino andado. No te digo más por no quitarte el tiempo. Tuyo. Afectísimo
En su autobiografía Rubén Darío, narra un episodio que evidencia su ética periodística. Darío pese a los altibajos siempre tuvo el discernimiento de ser veraz y defensor de lo que consideraba justo y razonable. Después de su regreso de Chile a Nicaragua, viajó a El Salvador donde conoció a la familia Contreras y lógicamente a Rafaela, quien seria su esposa.
Resulta que un general de apellido Ezeta quien dio golpe de estado al general Francisco Menéndez, presidente de El Salvador y protector del poeta intentó retener a Darío en el Salvador, quien apresurado huyó a Guatemala, donde el presidente Barrillas amigo del derrocado Menéndez tenía información de que el salvadoreño había sido asesinado. Al llegar Darío a Guatemala lo cita en su despacho donde le dice que le cuente detalles del asesinato. Darío de inmediato le contesta que Menéndez no había sido asesinado. sino que había muerto por causa de un infarto, como le había dicho Ezeta, contradiciendo todas las versiones llegadas a Guatemala.
El general Barillas después de oír al poeta le ordena que escriba la historia del golpe de estado, lo que hace Darío en una crónica titulada: Historia negra.
Carlos Ezeta el general golpista y su hermano Antonio “aseguraron que si yo caía en sus manos no saldría vivo de ellas.” “Y pensar-decía algún tiempo mas tarde el presidente Ezeta al ministro de España, don Julio Arellano y Arrospide-después marqués de Casa Arellano y cuya esposa fuera madrina de mi hijo, en San José de Costa Rica. ¡Y pensar que yo hubiera hecho rico a Rubén si no comete el disparate de ponerse en contra mía!”. La verdad es que yo estaba satisfecho de mi conducta, pues Menéndez había sido mi benefactor, y sentía repugnancia de adherirme al círculo de los traidores.
¡Será quizás un poco romántico y práctico, pero que le vamos a hacer!
Tampa, Florida Julio 2024.
Bibliografía
1-La Autobiografía de Rubén Darío
2-CARTAS DESCONOCIDAS DE RUBÉN DARÍO. Un trabajo de Don José Jirón Terán, Julio Valle Castillo y Jorge Eduardo Arellano, introductor y seleccionador del material. publicación de la Academia Nicaragüense de la Lengua del año 2000.
3-Capdevila, Arturo, Un bardo Rei-