Por: Enrique Sáenz
Marzo 2018
Hace algunas semanas se presentó en Managua el libro “Voces del Exilio”. El libro es una antología de escritores nicaragüenses preparada por el periodista José Antonio Luna. La publicación incorpora aportes de 23 escritores, mujeres y varones, vivos unos, fallecidos otros, con el rasgo común de que por distintas razones se vieron obligados a abandonar el terruño. Cinco de estos escritores viajaron expresamente a Nicaragua para estar presentes en la divulgación de la obra.
Más allá del contenido del libro, en esta ocasión quisiéramos compartir las profundas reflexiones a que dio lugar el acto de presentación. Reflexiones que nos atañen a todos a todos porque, con casi un millón de nicaragüenses residentes en el exterior, este país solamente podrá terminar de construirse si logramos reincorporar la savia vital de nuestros compatriotas.
Hay algunos temas que concentran los debates sobre los nicaragüenses residentes en el exterior: las remesas, las cédulas, el derecho al voto, las divergencias ideológicas. Y son temas pertinentes. Pero muy pocas veces la reflexión se orienta a la fundamental dimensión de la cultura y al enriquecimiento de nuestra nacionalidad. Se trata de una gran paradoja porque dos de los pilares fundamentales de nuestra de nuestra nacionalidad fueron migrantes: Rubén Darío, que debió emigrar desde muy temprana edad, y Sandino, un trabajador migrante.
Vamos a dar la palabra a los intelectuales que participaron en el acto de presentación del libro Voces del Exilio.
Aquí viene la primera cita. José Antonio Luna nos dijo: “Entre los miles de nicaragüenses que abandonaron su tierra entre 1979 y 1990 había escritores, poetas, ensayistas, pintores y profesores universitarios…un éxodo de intelectuales…”
¿Quiénes son? ¿Qué les sucedió? ¿Qué escriben o escribieron?
La mayoría ha permanecido en el anonimato y en algunos casos son casi invisibles porque están ya en la tercera edad, mejor dicho, ancianos”.
Y es verdad, agregamos nosotros, muy pocas veces se menciona a los intelectuales que debieron partir.
“El libro voces del exilio es el inicio de la recuperación de nuestro pasado, -nos dice José Antonio Luna- porque parecería que los exiliados no somos parte de la historia de Nicaragua. Se habla de los nicas en el exterior como si ese gran éxodo hubiera sido un viaje turístico a otros países…Los miles de nicaragüenses que residen ahora en el exterior y son generadores de millones de dólares en divisas, entre los que están los intelectuales, dejaron la patria por una fuerza mayor, no fue porque estaban aburridos de vivir en Nicaragua.
Y es así.
El poeta Horacio Peña nos lo expuso de manera elocuente: “El inmigrante es un exilado que se ve obligado a partir. Y al dejar la tierra, se la lleva consigo. O la abandona para siempre hasta olvidar su nombre. El inmigrante, el terruño que ha dejado atrás, la tierra de promisión es una de las angustias y el retornar nunca más es un círculo que se abre y se cierra a cada instante…El exilio nos cambia el sentido de la historia y de la vida y tal vez lo más importante que nos sucede en el exilio sea el adquirir una conciencia más profunda de que todo es transitorio. El exilio vuelve o debería volvernos más humiles.”
“Exilios, fugas, inmigraciones, oleadas de pueblos desalojados, desposeídos de la patria, por las guerras, las revoluciones, las persecuciones políticas, religiosas o el color de la piel…ese exilio que se sufre fuera, lejos de la tierra natal, que no quede en el olvido, para que las futuras generaciones no cometan el mismo error: destruir al hombre en nombre de una religión, de una clase social, o de un sistema político.”
Finalmente, agregó Horacio Peña: “Cuando leemos estos poemas vemos y tocamos ese rostro del exilio del hombre nicaragüense, de la mujer nicaragüense, que se recobra por medio de la palabra, palabra viva y palabra de vida.”
Ojalá que el libro, y el acto, abran una senda que se ensanche rápidamente para dar cauce a una corriente cultural que alimente nuestra patria con las contribuciones de los intelectuales exiliados por razones económicas, por razones políticas o por la búsqueda de un ambiente cultural más propicio.
Muy presente estuvo en el acto la palabra poderosa de Pablo Antonio Cuadra, que también fue un nicaragüense que sufrió exilio. Se citaron varios de sus poemas.
Extraeremos uno de los fragmentos:
Vivo en un país entristecido por los cultivadores de fusiles.
Mi patria de campesinos ¡habitada por soldados!
Mi patria que hervía de poemas ¡repitiendo consignas!
Mi patria con su chorrera de niños ¡condenados a muerte!
¿Qué esperanza sentamos en nuestras rodillas? Envejecimos en la soledad.
Estamos llamando en el vacío: ¡Manuel! ¡Ramón! ¡Félix! ¡Federico!
¡Pero nuestros hijos han partido!…