SARAMAGO Y MONSIVAIS DEFENSORES DE LA LIBERTAD

José Saramago y Carlos Monsiváis en 2003 en La ciudad de México
(Foto: María Luisa Severiano)

No se doblegaron ante ningún régimen

Por: José Antonio Luna

Hace diez años murieron dos paradigmas de la libertad del intelectual comprometido con su entorno y sus vidas. El mundo de la literatura y el periodismo fue conmovido por dos sucesos inesperados: la muerte de estos dos luchadores por la libertad, y la justicia; dos grandes enemigos de la injusticia, la corrupción y la desigualdad. Decesos que son ya recuerdos imperecederos en la conciencia de los pueblos del mundo.
Me refiero lógicamente a las muertes de José Saramago (Azinhaga, Portugal 1922- Lanzarote, España 2010) y Carlos Monsiváis (Ciudad de México, 1938-Ciudad de México 2010); hombres ilustres que por su identificación perenne con las luchas populares y los derechos humanos dejan un legado que debe ser ejemplos para imitarse.
Saramago, autodidacta, laureado con el premio Nobel de Literatura 1998, siempre estuvo al lado de las causas de los obreros, campesinos y explotados del mundo. Y cuando tuvo que enfrentar a gobiernos y hasta la iglesia; lo hizo sin miedo, seguro que su reclamo era justo. El novelista, estuvo en primera fila junto a otros intelectuales para reclamar justicia y libertad, sin temor a los gobiernos interpelados hayan sido estos de izquierda o de derecha. Jamás claudicó y jamás también negó su escepticismo, su anticlericalismo.
Se habla mucho de Saramago y sus obras más famosas: “Ensayo sobre la ceguera”, El evangelio según Jesucristo y su primera obra famosa “El año de la muerte de Ricardo Rais” publicada en 1984.
Yo me voy a referir a un libro que reúne los secretos mas intrínsecos del portugués, que sin título de ninguna universidad y ningún apoyo económico se abrió paso en la literatura solamente con su talento y creatividad. Me refiero a “Mis pequeñas Memorias” publicado en 2006 y que contiene detalles íntimos de la niñez del novelista y periodista. Uno de los últimos libros que escribió el octogenario en la recta final; obra que demuestran que los dones más valiosos de un escritor son la honestidad y la sencillez.
“De los tiempos en la calle Herois de Quionga poco mas tengo que decir, solo algunos recuerdos sueltos, de mínima importancia: de las cucarachas que pasaban sobre mi cuando dormía en el suelo, de cómo comíamos la sopa, mi madre y yo del mismo plato, cada uno a un lado, cucharada ella, cucharada yo; de las mañana en que llovía mucho y decidí no ir a la escuela, con gran enfado de mi progenitora y todavía mayor sorpresa mía por atreverme a faltar a las clases sin estar enfermo ni tener para tal ningún motivo fuerte; de cuando tras las ventanas de la terraza de la parte de atrás de la casa veía caer los hilos de agua que se deslizaban vidrio abajo; de cómo me gustaba mirar, a través de las imperfecciones del vidrio, las imágenes deformadas de lo que estaba al otro lado; de los panecillos comprados en la panadería, todavía calientes y olorosos, que conocíamos como los de “siete y medio” ; de las “vianilhas”, de masa fina, más caras, y que solo en contadas ocasiones tuve la golosa satisfacción de comer…Siempre me ha gustado el pan.”
Saramago alzó su voz en numerosas ocasiones contra las injusticias, la iglesia, y los grandes poderes económicos, a los que veía como las grandes enfermedades de su tiempo.
Pesimista y crítico, dijo en 2008 Saramago: “Estamos hundidos en la mierda del mundo y no se puede ser optimista. El que es optimista, o es estúpido o insensible o millonario”. Las declaraciones vertidas mientras presentaba “Las pequeñas memorias”, no sorprendieron ya que los que conocían a Saramago sabían que este criticaba despiadadamente algunas veces.
“Alguien dice: La democracia está ahí. Y nadie se acerca para ver si esto es realmente cierto. El verdadero poder está en los grandes conglomerados económicos y estos no son democráticos en absoluto. Podemos quitar un gobierno por otro, pero no podemos quitar una multinacional y poner otra. La crisis del mundo es una crisis de ideas”.
Carlos Monsiváis, el escritor mexicano, que “no tenía pelos en la lengua” y que fue conciencia moral de México; según Elena Poniatowska, deja un legado de luchas por la libertad, la justicia y contra la corrupción que es un maravilloso ejemplo de lo que debe ser un verdadero periodista.
Monsiváis, académico, ex estudiante de Teología del seminario Presbiteriano Teológico de México, se vinculó al periodismo y la vida literaria de su ciudad natal desde su etapa universitaria. Prolífero, escribió más de 50 libros de diferentes temáticas además de novelas, poesía y cuentos. Se ha dicho que su obra tiende a un doble registro: los movimientos sociales y los grandes personajes, la política y el espectáculo, la cultura popular y la alta cultura. Para el autor esta doble vertiente era inexistente, pues no hay verdaderas fronteras entre tales fenómenos y contextos.
En su autobiografía (escrita a los 28 años), escribió: “acepté esta suerte de autobiografía con el mezquino fin de hacerme ver como una mezcla de Alberto Camus y Ringo Starr.”
Carlos Fuentes, definió a Monsiváis de la siguiente manera: “Es un grandísimo escritor que renovó el género del ensayo en México, lo sacó de modos un poco anticuados y le dio una vitalidad, una novedad, una capacidad de abarcar todos los temas de la vida de México, social, cultural, política, que lo convierte seguramente en el más importante ensayista moderno de México. “Era un hombre de letras excepcional. La cultura literaria de Monsiváis era muy amplia y, por último, era un espíritu, un espíritu vivo, un espíritu audaz, un espíritu crítico. Era un hombre animado por el espíritu, aunque él quizás negaría lo que estoy diciendo, pero es la verdad”.
Al ser preguntado sobre, si la muerte de Monsiváis era una pérdida para México, dijo Fuentes “Yo creo que lo gana porque Monsiváis como escritor no ha muerto, su obra está ahí. Un escritor no se muere porque deja una obra; no se pierde a Monsiváis: se ha ganado a Monsiváis para siempre”.
Para Andrés Manuel López Obrador, presidente de México y dirigente del Partido de la Revolución Democrática, PRD, Carlos Monsiváis es “el intelectual más consistente de todos los tiempos” y calificó la muerte de éste como “una pérdida irreparable”, al dejar “un vacío imposible de llenar”. Subrayó que el intelectual “estuvo siempre del lado de las causas justas y fue independiente; no se dejó cooptar por el régimen y, por si fuese poco, (fue) un hombre con mucha cultura, un gran escritor”. Monsiváis “siempre defendió las causas justas; no hay un movimiento social o político opositor de las últimas décadas en el que él no haya intervenido; tuvo que ver con los discursos de la oposición más trascendente, con la participación en la elaboración de manifiestos, cartas a la opinión pública”.
Alejandro Brito, destacó el activismo de Carlos Monsiváis en favor de los derechos de los homosexuales y de las minorías, y reiteró: “fue el activista de las causas justas que, en un país tan corrupto, quiere decir de todas las causas perdidas”.
Quiero finalizar con la oración inicial del discurso de Saramago ante la academia de Suecia al recibir el Nobel de literatura: “El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir”.

JALC
Tampa, Florida, Junio 2020.