El día que Nuestro Señor Jesucristo ofreció una conferencia de prensa.

 

Por Horacio Peña

I

Cuando en la hora X,
del día X, del mes X,
del año X,
Cristo bajó de nuevo a la tierra,
los políticos quedaron sorprendidos.
A pesar de tener espías por todos lados
para descubrir la fecha de su venida,
el número de vuelo del poderoso
tetra-motor,
habían sido defraudados,
Cristo llegó cuando menos
lo esperaban,
pero los políticos se recobraron pronto
y se apresuraron a girarle invitación
para una Conferencia de Prensa.

II

Cristo llegó al lujoso salón
con un vestido azul:
azul oscuro el pantalón,
azul celeste la camisa.
Alto, delgado,
podía verse una mancha
-sangre y agua-
sobre uno de sus costados.
Cuando le dieron la mano para saludarlo
lo hizo suavemente.
Su secretario dijo que era
por ciertas heridas que todavía
no habían cicatrizado.
Pero otros murmuraron que su frialdad
en el saludo no hacía esperar nada bueno
de la Conferencia de Prensa.

III

Cristo lucía una sonrisa
que desconcertó a todos.
Una sonrisa que no la había ofrecido
ni a los fariseos,
ni a los doctores de la ley,
ni a los sinedritas.
Su secretario dijo a “sotto voce”
que esta sonrisa la había tenido
guardada para la ocasión,
y los periodistas se apresuraron
a tomar nota de esto.

IV

Los políticos verdes estaban ahí,
los políticos rojos estaban ahí,
los políticos amarillos estaban ahí,
los políticos anaranjados estaban ahí,
y cada uno trato de atraerlo
hacia su lado,
de hacerlo caer en un lazo.
Uno le presento una moneda y le preguntó
si era lícito pagar tributo.
Cristo en un abrir y cerrar de ojos
lo confundió
y el imprudente se mordió la lengua.
Otro con una sonrisa de muchacha que se hace
la que nunca la han besado le preguntó
que a quien debía darse la primacía
al hombre o al estado.
La contestación de Cristo
dio un derrame de bilis
al político.
Otro le preguntó que quien era su prójimo,
porque para él, el prójimo era el hombre
que tenía el mismo color que él.
Cristo se concretó a contestar la misma
historia:
“Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó”

V

Las preguntas continuaron,
y Cristo escapaba magistralmente
de los astutos lazos.
La conferencia estaba casi terminada,
los políticos con sus caras
de miércoles de ceniza,
cuando Cristo les preguntó:
“Decidme ahora vosotros
¿cuál debe ser el castigo
para los hombres que roban de la viña,
que falsifican los productos de la viña
que venden a precios imposibles los productos de la
viña?”.
Después de la sorpresa,
vino la cólera, la rabia
a todos los políticos:
los políticos verdes,
los políticos rojos,
los políticos amarillos,
los políticos anaranjados,
y todos a una,
todos juntos hechos una inmensa bola
de todos colores,
sacaron sus cuchillos, se rasgaron
los vestidos y se abalanzaron
contra Cristo,
pero Cristo obró un nuevo milagro
y El y su secretario desaparecieron.

VI

Han aparecido papeletas
en la pared de la ciudad.
Se busca a Cristo VIVO O MUERTO,
no se dice la recompensa
pero si lo llevan muerto se pagará
el doble.
Los políticos verdes,
los políticos rojos,
los políticos amarillos,
los políticos anaranjados,
todos han puesto dinero para pagar los gastos
de la propaganda,
los gastos para la recompensa.

VII

Dos semanas, y la búsqueda sigue.
Por supuesto,
las falsas pistas y los “soplones”
se han multiplicado por lo que
el Procurador General ha impuesto
varias y severísimas penas
a los falsos informantes que hacen
perder el tiempo precioso a los celosos policías.
Algunos rumores que Cristo
y su secretario han regresado a su lugar
de origen,
otros aseguran que se halla escondido
en algún lugar de la tierra,
esperando un momento propicio
para volver a aparecer, o para escapar.
Durante la noche los cohetes-patrullas
vigilan a ciudad.
HP/JULIO DE 1961