Por: José Antonio Luna

Me gusta leer a mi amigo Juan Gelman, (Buenos Aires, 1930- ) porque su poesía me recuerda mi niñez: Soledad, abandono, silencio. Leo sus poemas porque sus estrofas son como un reloj de arena en su interminable compás. Gelman, viajero del tiempo, también me recuerda mi juventud…” juventud divino tesoro”. Con su poesía rebelde, testimonial, comprometida, nos transporta a una época de ideales perdidos, de nihilismos, del CHE y de SANDINO.
Y en Mundar, -Ediciones Era, México, 2008- su último libro de poesía, me recuerda que soy uno mas de los millones de seres que nacen en un lugar llamado patria, pero viven vagando, y llegan a morir en una nueva vida… una nueva tierra.
Mundar es un testimonio de un exilio prolongado… que terminará con la muerte. Son poemas que Gelman escribió o concibió en México entre 2004-2007, el mismo año en que ganó el premio Cervantes de poesía, bien merecido.
Gelman vive la poesía, desde su juventud…con Mundar cierra un círculo de más de cinco décadas de divagar por el Art poética, que le han permitido-pienso yo- sobrevivir al dolor y el exilio.
Hijo de emigrantes… volvió a emigrar como la golondrina, o la gaviota. México parece ser el lugar que escogió para en el solaz de la madurez… ver pasar el mundar…para revivir el mundar.
En medio de su olvido ocurre
la grandeza del mundo en la
fuga del pato salvaje.
Y cómo vuela la criatura, cómo
escribe trecho a trecho fuego
en la forma invisible
que apuesta contra él.
Eso es volar y los espacios
de lo que triste era, rocan
un todo pequeñito.
Ave pájaro que
cruzás el cielo como una ilusión
de lo que fue no sido
bajo el sol que no hace preguntas.

(El pato salvaje, Pág. 9. A Jorge Boccanera)

Se piensa que cuando se es famoso. Cuando se consiguieron los premios, los poetas… dejan de sufrir. Y a veces creen los necios que con el correr del calendario, en la adultez, también los poetas dejan de amar… pero en Gelman pareciera que el tiempo no lo vence… ¡quizás le hace una nueva cicatriz en el rostro y nada más! porque es como los árboles que se renuevan cada verano, y profundizan más sus raíces en la tierra a la que tendremos que volver alguna vez.
El dolor da poco de comer
y siempre da lo mismo.
Oscuro, oscuro,
cada vez más oscuro
el plato repetido, la ruindad
que abre los brazos para recibir.
Trastos que alteran la casa con
cenizas del que ardió.
¿No amaba? /
¿No le dolía el mundo,
el sol mal repartido?
Hay miserables que olvidan
lo que viajaron de sí al otro.
Sus babas no apagan el tiempo con
charletas que dicen amén.
(A saber. Mundar Pág. 104)
La moneda cae
como un país sin alma.
Nadie vive en el himno que
cantan los escolares y
la gloria que pasó, ya lejos.
Inmóvil,
el Poder abre abismos en
el sonido de cada uno, único.
¿Quién reconoce su mitad
con delicias soñadas?
Soñar es un trabajo que
adentro no separa la
tierra del cielo. El cuerpo mira
las manos que podrían
tocar otoños que vendrán,
claros, la dicha me
calla escondida.
(Mendigos, pág. 125)
Taciturno, melancólico, Gelman siempre encuentra los detalles precisos para convertir una cruda realidad en un poema. Para recordarnos el mundar que con el tiempo nos dejará porque los que partimos somos nosotros y la vida sigue…
Juan Gelman, falleció en enero de 2014 en el exilio.
México fue el país que escogió para dar su último suspiro.
Tampa, Florida, 2008.