Por Gustavo Adolfo Montalván Ramírez
Especial para www.escritoreslibres.org
Estrés de la madre al hijo, originado por el medio ambiente y lo psicosocial.
Uno de los casos más extraordinarios de la vida real en Nicaragua, sucedió con el nacimiento de quien sería en futuro, el famoso poeta leonés Rubén Darío, y cuyo caso podemos analizarlo y comentarlo en nuestro estudio EL ESTRES, para lo cual hemos tomado del libro Historia del Poeta Niño, Rubén Darío (1867 – 1916), del periodista y autor Gustavo Adolfo Montalván Ramírez algunas partes fragmentarias de sus ensayos, escritos con amor y orgullo nicaragüense.
Por ejemplo, el escritor y biógrafo Montalván Ramírez, habla en su libro sobre la violencia ocurrida entre los padres de Rubén Darío, el señor Manuel García y la madre, doña Rosario Sarmiento Darío, durante el tiempo pre natal y post natal del niño. Luego expone el abandono de sus padres frente a su niño. Encontramos aquí entonces los relatos sobre la infancia.
El comentario personal del afectado hijo nos dice en una parte de su Autobiografía:
“El matrimonio de Manuel García – diré mejor de Manuel Darío y Rosa Sarmiento, fue un matrimonio de conveniencia, hecho por la familia. Así no es de extrañar que a los ocho meses más o menos de esa unión, forzada y sin afecto, viniese la separación. Un mes después nacía yo en un pueblecito, o más bien aldea, de la provincia, o como allá se dice, departamento de la Nueva Segovia, llamado antaño Chocoyos y hoy Metapa”. –dice Rubén Darío en su Autobiografía.
De allí que este matrimonio resultó desastroso y después de siete meses, se separa Rosa de su marido y cruza de casa de doña Rita, donde también vivía Manuel, a casa de doña Bernarda.
Para evitar otros malestares esta señora aconsejó a Rosa, estando con embarazo de ocho meses viajar a Metapa, a casa de Josefa Sarmiento, quien tenía un negocio de abarrotes.
Rosa viajó hacia aquel lugar en compañía de la sirvienta la india Serapia, una madrugada de diciembre de 1866, la madre de Rubén estaba sometida a un fuerte estrés, desde antes de concebir, ya su vida como mujer y madre estaba predestinada al sufrimiento del estrés, psicosocial
Félix Rubén García Sarmiento, nace a los 9 meses y 7 días contados; a las 5 de la tarde del viernes 18 de enero de 1867, en Metapa, Nueva Segovia, Nicaragua, C.A., según datos del historiador Francisco Mena Guerrero.
Era la casa de doña Bernarda, “una vieja construcción a la manera colonial: cuartos seguidos, un largo corredor, un patio con su pozo, árboles…”, describe Darío en su Autobiografía.
Desde 1844, esta casa de doña Bernarda Sarmiento Darío, en la Calle Real de las Cuatro Esquinas, era un centro nervioso donde se manejaban intereses propios de los políticos liberales. Ahora los años corrían la década de los sesenta…
Por este tiempo se disfrutaba de bienestar en el hogar Ramírez-Sarmiento, pues en esta amplia casa se reunían en tertulia por la noche, políticos, intelectuales, huéspedes, comensales y familiares que platicaban animadamente a la puerta de la casa… y “Mamá Bernarda” era una apuesta mujer conversadora.
Rosa Sarmiento fue una muchacha de tez fina, piel blanca y sensual, cuerpo esbelto, pelo y ojos negros, labios delgados y mirada profunda, ella imprimía en su época la estampa de una española.
Saliendo de su adolescencia, Rosa arrojaba pensamientos ingenuos y cierta coquetería plena de vida, que al parecer de su tía y madre adoptiva, doña Bernarda Sarmiento la miraba como una niña atolondrada. Sin embargo, los ojos masculinos la acosaban y miraban de otra forma por esa época. Acudamos a la exposición:
 “En casa de doña Bernarda, creció Rosa, inteligente y bella, con ojos negros llameantes, y un hervor de bucles azabaches sobre una cabeza bien formada, su cabeza atrajo las miradas de muchos, entre ellos las de un joven de Managua, empleado de gobierno que solía venir a esta ciudad acompañando a sus jefes.
Concertaron matrimonio, pero la familia lo impidió. Rosa era entonces empleada en la casa de comercio del señor Maduro, y mañana y tarde se la veía ir y volver de su puesto de dependencia”. Cuya fuente informativa es el Dr. Juan de Dios Vanegas, vecino de la casa en León donde vivió la familia de los Daríos.
Para Rosa Sarmiento ya no eran felices los primeros días de diciembre de 1866. Han pasado ocho meses y en su cuerpo se nota la gravidez del embarazo. “¿Cuáles serían los pensamientos, en la cabeza de Rosa, durante aquellos días?” -Se pregunta Rosario Aguilar-.
Humillaciones y serias dificultades habrá soportado de su marido Manuel, sufriendo en su carne, el desprecio de éste. Más sus parientes aconsejan a Rosa que se marche lejos, que huya de aquella situación, que vaya dar a luz en otro sitio de paz para no ser atormentada la llegada de su primer fruto, aunque exista otra versión diferente, que no es la oficial.
Ella inició la huida marchando con el paso lento de la carreta, a comienzos de diciembre de 1866. A León había llegado de visita doña Josefa Sarmiento (Darío), esposa de Antonio Uriarte, quien residía con un negocio de comercio en Metapa. Momentos después “La junta de familia se resolvió que Rosa se fuera con Josefa Darío, hermana de doña Bernarda, al pueblo de Chocoyos o Metapa, en donde Josefa tenía un establecimiento comercial”, afirma Peña Hernández.
De esa inmadurez y falta de seriedad, captaba de Rosa también su tío político, el coronel Félix Ramírez Madregil, “militar bravo y patriota, de los unionistas de Centroamérica, con el famoso caudillo general Máximo Jerez.”, lo define Darío en su Autobiografía.
Nos inspira un parecido retrato de “Rosa Sarmiento”, por la descripción de la escritora nicaragüense Rosario Aguilar, en su quinta edición 1999, cuyo personaje sería luego progenitora y creadora de “un titán literario”.
Por esas circunstancias que nos envuelve la vida, así le ocurrió a Rosa que cae en manos de Manuel García y como dice la escritora leonesa Rosario Aguilar, “Ella y Manuel, sin saberlo, pusieron una noche de abril su contribución inmortal”.
Inmersa en ese mundo de angustia, la joven mujer desarrollaba el estrés, en su cuerpo, en su alma y también en la crianza del pequeño hijo. Que sin darse cuenta de sus dones y virtudes, procurándose lo mejor en ese momento.
Eran los primeros meses del año 1866, en la ciudad colonial de León. Manuel era un hombre mayor en edad que Rosa. El tenía fama en el vecindario de su casa, de trasnochador, mujeriego y alcohólico de carácter agrio.
Esta versión nos la ofrecen los escritores de Masaya. Señala Enrique Peña Hernández, a dos historiadores coterráneos suyos, Mariano y Andrés Vega Bolaños, de que hace 40 años, ellos referían la anécdota de “Los desvíos amorosos de Manuel”.
De esta complicada situación de Manuel García, la describe Peña Hernández, de la siguiente manera:
 “Este (Manuel) tenía dos amantes en la calle donde él vivía, Calle Real de León: La Chepa Barrera y la Petronila Zapata; y, sobre todo, por sus incontenibles aficiones alcohólicas, Rosa Sarmiento, esposa de Manuel, con embarazo muy avanzado, decidió abandonar a su cónyuge, y se trasladó a casa de su parienta doña Bernarda Darío de Ramírez, casada con el coronel Félix Ramírez Madregil.”
En realidad, Rosa huye de su hogar, cuando al no soportar la mala vida o maltrato que recibía de Manuel García, y en estado de buena esperanza en dar luz a su primer hijo, decidió irse acompañada de dos personas de confianza, y se trasladó en carreta halada de bueyes a través de caminos pedregosos, polvorientos y fatigosos, en dirección a Metapa, a mediados del mes de diciembre de 1866. ¿Era desolado, era desierto, era inhóspito, o transitable el camino hacia Metapa?
Otra etapa en la vida del niño Rubén Darío
El niño sabio, va desarrollando en un mundo árido de afecto, en un hogar disfuncional, viviendo entre mascaras volátiles, formando su carácter, es decir, es una familia que no puede cubrir algunas de las necesidades (materiales, educativas, afectivas, psicológicas) de sus miembros, en especial del niño.
Esta disfunción de la familia está relacionada con la existencia de conflictos que tienen su origen en una o en varias de estas causas combinadas: la inmadurez de los padres, su dependencia emocional, adicciones a sustancias como el alcohol y las drogas, abusos sexuales, malos tratos, enfermedades mentales no tratadas, actividades delictivas habituales de los progenitores y/o una educación excesivamente severa.
De ahí el origen de sus poemas, francos, abiertos y confortativos, pero llenos de belleza creativa producto de su propio “Don” con el que nació. Quiero agregar como una ilustración práctica que va en la misma dirección apuntada por el señor Adam Grant: “…lo que crees firmemente por dentro…”, que Darío lo dirá en todo el resto de su vida, entre serpentinas y antífonas paganas, enfocadas en sus muy personales comentarios acerca de su adoctrinamiento cristiano, que será lo verdaderamente “auténtico” de Darío.
Manifiesta el historiador dariano don Gustavo Montalván en su libro Historia del Poeta Niño
El desarrollo psicológico del poeta niño, combinado con el estrés
Los primeros años de vida (de 0 a 6 años) son decisivos en la formación de la personalidad. En este periodo el niño pasa por diferentes crisis: confianza-desconfianza, autonomía-vergüenza, iniciativa-culpa.
Según Erikson, cada una de las crisis depende entre sí, de tal manera que la buena salida de una de ellas posibilita la siguiente. Por tanto, nuestro progreso en cada etapa está determinado, en buena parte, por el éxito o fracaso de las etapas precedentes.
Sigamos la pista que nos ofrece el señor Montalván:
El poeta niño inaugura la costumbre de exponer lo profano a lo sagrado religioso y cristiano, de 1881 en adelante. Lo hizo primeramente contra los padres jesuitas de la Compañía de Jesús en Nicaragua. Su corazón estaba vacío de afectos, pero su cerebro venía con la grandeza de conocimientos natos e innatos, que, por la gracia de Dios, estaban en él. Nadie podía imaginar que ese hermoso niño sería un primigenio de la historia y del mundo.
Pero si uno lee la sección “L´Enfant terrible” en Méndez Plancarte, (El niño terrible) ahí encontraremos entre las páginas 29 – 34, poesías que agrupan esas pueriles diatribas que el poeta niño, las pintó de “rojas de radicalismo anti religioso”, y de “el más violento, desenfadado y crudo liberalismo”, según su propio autor en su obra Autobiografía, Cap., X, y que según su biógrafo chileno Francisco Contreras, dice que esto fue una “prédica demagógica y retórica jacobina – fugaz, por dicha, de aquel Victorhuguito de catorce años, bajo la explotación de “productores” clerófobos, masones…”. (Contreras, 145; Méndez Plancarte, p. 1156.) Victorhuguito de catorce años, bajo la explotación de “productores” clerófobos, masones…”. (Contreras, 145; Méndez Plancarte, p. 1156.)
Para el público lector, deseo advertir que la situación anterior la podemos observar en el tema de los jesuitas en Nicaragua, cuando el poeta niño recibió un adoctrinamiento de la fe cristiana hacia los años de 1878 – 1881.
El sabio adolescente
Rubén Tenía 14 años, la edad crucial de la adolescencia en ambos sexos, en que florece una manifestación insinuada de rebeldía, propiamente en la vida del ser humano, que se origina por la inconformidad de las cosas preferidas durante la adolescencia, o del rechazo a las cosas que no le parecen propias en su formación.
Esta fase de la adolescencia implica una lucha interna en el pensamiento del ser en ese período de tiempo de formación de un nuevo carácter, a través del razonamiento pueril, “entre lo que uno comienza creyendo firmemente por dentro, en la conciencia, y lo que revelas después al mundo exterior”, como lo dice el analista Adam Grant.
Quiero agregar como una ilustración práctica que va en la misma dirección apuntada por el señor Adam Grant: “…lo que crees firmemente por dentro…”, que Darío lo dirá en todo el resto de su vida, entre serpentinas y antífonas paganas, enfocadas en sus muy personales comentarios acerca de su adoctrinamiento cristiano, que será lo verdaderamente “auténtico” de Darío.
El adolescente, siguió las orientaciones de los krausistas criollos, teniendo a la cabeza al polaco José Leonard, devoto de la Libre Enseñanza en España, que conjuntamente con los propulsores peninsulares Joaquín Costa y Macías Picavea, habían señalado el camino de la modernización de la enseñanza entre otras reformas.
“Bueno, por lo que nos dice el señor Adam Grant, en su frase completa nos mide este asunto de la siguiente manera: “La autenticidad significa eliminar la brecha entre lo que crees firmemente por dentro, y lo que revelas al mundo exterior.” 
En teoría, esta contradicción externa del adolescente se manifiesta en principio, cuando la fe se cultiva en el reino interior de la persona creyente, como se cultiva una plantita vegetal que va creciendo a medida que se la riega con agua, y se la va abonando con ingredientes químicos como la urea, para que crezca firme y se desarrolle.
En el caso de Rubén Darío, este se fue alejando de la fe adquirida por la Compañía de Jesús, leyendo libros de oscura procedencia, y este fue el material explosivo contra los dogmas de la Iglesia Católica.
Era el año de 1882, Rubén Darío, delante de los diputados del Congreso Nacional bajo el gobierno de Joaquín Zavala, hizo vibrar aquellos corazones políticos el tiempo de una dulce primavera de los conservadores.
Es en la adolescencia, cuando las emociones y riesgos son más buscados porque se cree que da solidez a la propia existencia. Cuando esta búsqueda se intenta en un marco de normalidad resulta positiva para el desarrollo de la personalidad.
Pero lamentablemente, en otros casos, esa necesidad del vértigo, los riesgos y las emociones los adolescentes pueden encontrarla en el consumo de la droga.
El consumo de alcohol y tabaco tienen una aceptación social y forman parte integral y crucial de la secuencia adictiva. Este es el producto de una lucha enredada en la mente de un genio a la edad de 15 años.
Sus conocimientos y sabiduría reflejan que el autor ha leído mucho, pues cada nombre propio que menciona Darío en sus obras es porque ha leído a profundidad y que, por lo tanto, comprende la historia del mundo, manifestando algunas interpretaciones personales que bien pudieran catalogarse de prematuras.
El demuestra a la vista y paciencia de los demás, una autoestima en alto grado que los religiosos pudieran catalogar de una “alta crítica” del siglo XIX. Se nota también el deseo del exhibicionismo, un desafío público nacional e internacional, y también se detecta el figureo y la solicitud de atención hacia su persona con un fuerte deseo de buscar premiación, sumado todo esto a una impaciencia del corazón, y la audacia de un joven insatisfecho y provocativo de viejos líderes criollos.
Son sus bellas rimas, escritas como un capricho y un desahogo de penas, dolores y angustias personales que afloraban con la sagaz y mordaz crítica anticlerical y universal, que se basa en la influencia del revoltoso pensamiento liberal, teniendo como meta principal la protesta contra la iglesia católica por su historia de la Inquisición aunada por los reformistas históricos de la iglesia moderna.
Sin embargo, todos sus escritos, versos y rimas se pueden seleccionar las más emotivas, creativas, sublimes inspiraciones, afectivas y delicadas en el mismo ser hablante, que son a veces claros destellos prematuros que anuncian un futuro incierto, lleno de ambigüedades y de ambivalencias.
Dice el periodista Montalván Ramírez: Cuando yo digo “de ambivalencias” me refiero a la condición que se presta en una oración a dos interpretaciones opuestas o divergentes.
De esta época de los quince años, es su famoso poema de autorretrato, donde podemos observar la angustia que siente en su interior el poeta, visto como un ser extraño por la sociedad leonesa y capitalina en su tierra natal, buscaba ser aprobado, consentido o reconocido; pero no fue posible tuvo que ahogar sus necesidades de afecto y comprensión en otras formas sociales.
INGRATITUD
Allá va, -siempre afligido,
aunque aparenta la calma-;
las tempestades de su alma
condensa en hondo gemido.
 
Su valiente inspiración
ofrenda a la Humanidad,
en sus cantos, la verdad,
la gloria y la redención.
 
Con un libro entre sus manos,
con un mundo en su cabeza,
la frente a inclinar empieza
cansada de esfuerzos vanos.
 
Por unas joyas Colón
legó su soñada tierra;
para el numen que él encierra
sólo encuentra admiración.
 
Busca su planta otro suelo;
aquella atmósfera quiere,
donde el talento no muere
sin espaciarse en su cielo.
 
Pero en vano; que fatal
el mundo al talento humilla,
que ya sea en una buhardilla,
ya sea en un hospital.
 
Melancólico y sombrío
alla va. ¿Sabéis quién es?
Oíd si lo ignoráis, pues:
el poeta Rubén Darío.
 
Rubén Darío (Sin fecha, pero es probable que sea del 3 junio de 1882.)
Según Diego Manuel Sequeira, en Rubén Darío criollo (p. 71). Ingratitud pertenece a las Poesías de Adolescencia (Vol. I de Obras Completas, Edición del Renacimiento, y que se encuentra refundido entre las varias secciones en Iniciación melódica, en Poesías Completas de Rubén Darío, de Antonio Méndez Plancarte (P. Ad., ver en la p. 1152. Año 1967.)
Darío acusado y declarado vago
Darío, fue acusado de vago, no hubo nadie que lo defendiera, no había una familia, un padre, la sociedad lo rechazaba, por su forma rebelde de comportarse y de vivir.
Lo dicho por Rubén Darío no es del todo cierto, según José Jirón Terán, porque Rubén se equivoca en sus recuerdos autobiográficos, pues La Verdad, se publicó en 1881 y “el proceso de vago fue en 1884”.
El caso de este proceso de acusación de vago contra un jovencito de diecisiete años, lo rescata de un archivo de la Municipalidad de León que habiendo sido saqueado varios legajos de papeles viejos, fueron a parar hacinados en uno de los corredores del Mercado Occidental, según lo explica su mismo descubridor, el doctor Nicolás Buitrago Matus, autor de obras jurídicas e históricas, y profesor de Derecho en la Universidad Nacional en León, cuyo artículo publicado en Revista Conservadora del Pensamiento Centroamericano, No. 65, de Febrero de 1966, (P. 117) lo titula:
Darío acusado y declarado vago.
El doctor Buitrago relata en una de sus partes: “Tengo en mi poder el proceso original de la segunda instancia o apelación que contra esa sentencia interpuso Rubén Darío, en escrito de su puño y letra y firmado por él, diciendo textualmente: Señor Prefecto del Departamento: he sido denunciado, procesado y sentenciado como vago. Naturalmente yo no puedo conformarme con una resolución de tal especie, porque como a la verdad ella es infundada, ilegal y hasta inicua, pues de ninguna manera puede llamarse vago a quien vive bajo el amparo de una madre adoptiva, consagrado al cultivo de las letras, a quien ejerce el Profesorado de Literatura en el Colegio “La Independencia” establecido bajo la dirección del Sr. Dr. Don Nicolás Valle, como lo comprueba el aviso que acompaño original, y quien puede vivir en cualquier parte de sus trabajos literarios.
Por todo lo expuesto, interpuse recurso de apelación contra la mencionada sentencia para que usted, juzgando con mejor criterio, se sirva revocarla, teniendo este escrito, como una mejora.”
 (León, mayo 31 de 1884. Rubén Darío).
A los 17 años se defendió solo, haciendo una vida de bohemio, pero, aun así, nunca se amedrentó, tenía una personalidad confrontativa y altanera que la había formado por sí mismo. No conocía el miedo, ni los prejuicios.
En la faceta de su madurez ocupó varios cargos públicos. Sin embargo, las Musas le aconsejaban la dulce ociosidad. Apartando entonces la jurisprudencia y el figureo en la Corte y la vida en los palacios, se entregó a la literatura, siguiendo los consejos de su amigo Mesala Corvino, “él fue el primero que me inspiró la osadía de ofrecer versos al público y fue el guía de mi talento”.
De allí se relacionó con los poetas más sobresalientes, teniendo como maestro en la elocuencia a Plotio Gripo, el más hábil gramático de su época, según Quintiliano. Con su pariente el poeta Macer, hizo viajes por Grecia perfeccionándose en el estudio de las bellas artes y la filosofía.
Pero los maestros no le enseñaron a conducir su natural facilidad de hacer versos, solamente le enseñaron los aspectos más ingeniosos de presentar sus ideas, creándose asimismo un estilo original en el juego de las palabras, las rimas y los versos.
Darío (1884-1885.) En su Epístola de Publio a Erasmo, allí se reúnen los consejos que da, imitando las enseñanzas antiguas romanas en la educación de los jóvenes, y al mismo tiempo podemos observar que Darío se adelanta a los estudios psicológicos durante el período de la adolescencia, como comprobamos en nuestras exposiciones sobre El estrés.
El estrés hace eco en un genio adolescente
El genio natural del poeta niño, Rubén Darío, y su permanente hábito de lectura, gracias a sus ambiciones de conveniencia futura, permitieron entre otras cosas, disipar las presiones emocionales durante su adolescencia, entre los 10 y 19 años, lo cual le alejaron de ser dominado por la depresión y la tristeza.
El estrés adquirido durante este período fue alarmante en el joven, pero sus mecanismos de defensa y su carácter hostil, ante su medio social, le dio la capacidad para sortear los momentos difíciles, Él sabía que había nacido con una grandeza de la que nadie, le podía decir nada y con determinación llegaría a cubrirse de gloria algún día no muy lejano.
Después de cumplir los 15 años, el estado negativo de la tristeza que se registró en algunas ocasiones a lo largo de su adolescencia fue latente en su ser, con los deseos de estar solo, pero su meditación se resolvió en buscar respuestas a las inquietudes que provenían de sus incesantes lecturas.
De ahí, podemos afirmar que los sabios consejos que se dictan en los folletos y libros de religión, educación y psicología contemporáneas a estas alturas del siglo XXI, aquellas circunstancias que viviera el poeta hombre, fue apenas una ligera llovizna de un poco de estrés, que se disipó en su cerebro a causa de fomentar su atención en los libros de literatura en general, y de historia del mundo, o como bien decía las más veces, que él había estudiado “Humanidades”, a la par de una asombrosa memoria que le distinguiera de los demás.
Dice el dariano y periodista Montalván, que Rubén llegó a tener conciencia plena, que su principal problema se originaba en no haber tenido una madre a su alcance, con quien compartir confidencias, o angustias de sus vivencias, frustraciones o sufrimiento en su vida personal, consolándose en buscar el cariño maternal como lo hace toda persona normal, en buscar el apoyo maternal como paño de sus lágrimas.
Concluyendo con esta percepción, el joven poeta sabía que todo ese desajuste en su persona se debía a la falta de una familia estable, y que los factores sociales, psicológicos y biológicos, hicieron cambios en su vida que indujeron al joven a crecer con una visión desolada y falta de afecto fraternal.
El haberse alejado de su casa desarrolló en el genio, una trasformación absolutista, rebelde y confrontativa que no le permitió mirar lo que hacía mal; sino más bien, elevo su audacia al nivel de una autoestima sobre valorada y no conoció la humildad.
La personalidad confrontativa lo motivó a ser autodidacta
Se determinó su genio en desarrollar un plan auto educativo, que le permitió elevar su nivel de cultura y conocimiento en general, muy arriba del nivel promedio de aprendizaje, en aquellos tiempos en la América Latina, en el Caribe y Centro América, e incluso superando el nivel promedio de aprendizaje que hubo a finales del siglo XIX en la mayoría de los países europeos, y poniéndose a la altura de un Marcelino Menéndez y Pelayo, hacia el año 1892, cuando Rubén Darío le conoció en su visita a España, en las celebraciones del Cuarto Centenario del Descubrimiento de América.
La personalidad del poeta adulto, genio grande por naturaleza, sin deberle nada a nadie, hizo lo que quiso con su vida y dejó el más grande legado a la humanidad. Conservando su grandeza y confianza en sí mismo, sin permitir que sus pensamientos de niño y joven inconforme le sometieran y fortaleció su hombría y sabiduría conociendo el mundo y llenando de gloria su nombre y sus vivencias pasivas y agresivas con sus recuerdos sublimes y llenos de resentimientos y angustia, originados por la inconformidad de no ser aceptado en su madre tierra como él consideraba que lo tenían que aceptar.
La personalidad del primigenio, la moldeó él como arquitecto de su propia historia, sin importarle lo que dijeran los demás, como dice el periodista, Montalván Ramírez, historiador y poeta conocedor dariano ”que a Rubén Darío le resbalaba todo” su inmenso conocimiento lo hacía libre y volaba a través de su poesía y pensamientos dejando una riqueza cuantiosa en sus libros y prosas. Rubén Darío fue llamado “El príncipe de las letras castellanas” y “Padre del modernismo”.
El poeta genio de forma inconsciente desarrolló, el trastorno de personalidad pasivo-agresivo que describe el Manual diagnóstico de los trastornos mentales, (DSM-IV) provocados por el medio ambiente y psicosociales, es decir un estrés crónico intenso sin atención psicoterapéutica.
Las personas que padecen este trastorno hacen un arte de la oposición. Se quejan, contrarían, postergan, se olvidan de manera dirigida de los demás, desprecian a los que tratan de ayudar y después se sienten defraudados porque la vida no les ofrece algo mejor.
Interior y exteriormente sienten la vida como algo tenebroso y desagradable, pero no se dan cuenta de que son ellos los que ponen obstáculos a todo lo que pueda resultar gratificante.
Diagnóstico de un patrón general de resistencia pasiva
Un patrón general de resistencia pasiva a las demandas de rendimiento adecuado tanto en lo social como en lo laboral, que comienza a manifestarse a principios de la edad adulta y se presenta en una variedad de contextos. Se vuelve tosco, tozudo o porfiador cuando se le pide que haga algo que no le agrada, presentando síntomas y manifestaciones recurrentes, tales como:
*La persona elude cumplir con sus obligaciones, no acepta otro razonamiento que no sea el de él mismo
*Considera que solamente ellos pueden hacer las cosas, mucho mejor de lo que los demás piensan.
*Son susceptibles y se ofenden, cuando los demás le aportan sugerencias útiles para ser más productivo.
*Pone obstáculos a la labor de los demás, para lo cual deja de hacer la parte que le corresponde en algo.
*Critica o desprecia sin motivo a las figuras de autoridad.
Para estas personas, acceder a los deseos de otro equivale a someterse. Y la sumisión, para su identidad tierna y frágil, es sinónimo de humillación. Se trata de personas que llevan dentro un profundo enojo, y al mismo tiempo se sienten muy desprotegidas.
El enojo se debe a ofensas que en la infancia, les hicieron sus padres, de quienes no recibieron, amor ni cuidados. Pero también les asusta sentirse débiles y les hace revivir viejas heridas. No son capaces de entablar una relación íntima sin sentirse enojados y resentidos.
¿Qué hacen con toda esa hostilidad? Recurren a una conducta de oposición, que expresa sus sentimientos agresivos de una manera disimulada, pasiva. Atrapados entre el amor y el odio, poco consuelo, felicidad o placer encuentran estos seres perturbados.
Al trastorno pasivo-agresivo se lo asocia con el alcoholismo, la drogodependencia, la depresión, la ansiedad, el suicidio y las enfermedades psicosomáticas. Durante toda su vida, la persona que presenta este trastorno, les embarga la soledad, el desamor y la auto satisfacción de su propio “Yo” ego céntrico.

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