LA ESTRELLA PERDIDA de JEA

En la sección “Bibliografía fundamental anotada” de la obra JORGE EDUARDO ARELLANO: EL POLÍGRAFO DE NICARAGUA, de Pablo Kraudy y Jorge Eduardo Arellano, JAE, se cita al poemario La Estrella Perdida, libro de poesía amorosa que marca el comienzo de la carrera literaria de este polígrafo que he llamado “JAE el raro imprescindible” y que es sin ninguna duda el más prolifero y enciclopédico escritor nicaragüense vivo.
El poeta, cuentista y novelista Guillermo Menocal, una de las “Voces del Exilio”, escribió en 1976, un texto acerca del poemario LA ESTRELLA PERDIDA de JEA. Crítica literaria publicada en el libro RECOPILALACION TEMPORAL, quizás la primera referencia al joven poeta y ardiente amante que, en 1967, había publicado su primer poemario para cumplir la sentencia de que el túnel de la literatura comienza por la poesía y especialmente la amorosa.
José Antonio Luna
Editor
LA ESTRELLA PERDIDA
DE JORGE EDUARDO ARELLANO

Por Guillermo Menocal

En 1969, la Librería Cardenal, publicó 10 poemas de amor del poeta Jorge Eduardo Arellano (Granada, Nicaragua, 1946), con el título de “La estrella perdida”, selección que pertenece a su libro “La fuente prodigiosa”.
El primer poema del librito, “O quam te memorem, virgo” (el cual procede de un verso de Horacio: “Oh, cómo te recuerdo muchacha”); inaugura todo un historial amoroso del poeta con una niña que “catorce septiembres afilaban sus pechos”. Desconocemos cuánto duró la relación y si se trataba de más de una joven; pero sí sabemos que fue intensa y vehemente y que el olvido no fue corto para que tan presto esa llama se apagara. Sabemos que en los primeros amores, siempre quedan las pavesas esparcidas en algún lugar de nuestras memorias y de nuestros corazones. “Es tan corto el amor y tan largo el olvido”, escribió don Pablo.

“O quam te memorem, virgo” fue concebido y escrito en una tarde en que el bardo recuerda a la jovencita que él amó (y quizá aún ama). Por encima de todas las cosas que pasaron, él la evoca con optimismo y afecto: “Esta tarde he vuelto a la muchacha que me llenó mis 16 y 17 años/aquí en Granada de Nicaragua, cuando era niña/y catorce septiembres afilaban sus pechos…/porque nadie encerraba lo que ella encerraba:/aquella cadencia rítmica de sus caderas/aquellas mejías que decoraban su sonrisa/aquel pelo que jugaba con el viento/aquel cuello como el de Audrey Hepburn o el de Pier Angeli/y porque ella tenía para mí la primavera de todos los siglos volcada en su vientre…./Y desde ese día su casa era mi casa/porque ahí desayunaba almorzaba tomaba refrescos hacía la siesta estudiaba leía cenaba/y regresaba a mi casa hasta las 11 p.m.”(O quam te memorem virgo).


Así como le sobrevino el entusiasmo sentimental que le abrió las puertas de su corazón; así también, de pronto vuelve a la realidad y empieza a caer en un estado de desesperanza ante la pérdida de ese “espigado cuerpecillo”: “De aquellos días no queda nada/porque ella llevaba a otro sitio la batalla./Todo esto me ha venido esta tarde/en la que recuerdo a la niña que me llenó mis 16 y 17 años/aquí, en Granada de Nicaragua, mientras huyo de su dominio/y el sol poco a poco deja de brillar para mí/mientras no me queda ya nada más de ella” (O quam te memorem virgo).

Esos mismos recuerdos están patentes en “Elegía a Esperanza” donde: “Nadie nos verá de nuevo ir juntos a las librerías/ni a las fiestas, ni a la Universidad. /Tampoco volveremos a platicar sentados en la acera de su casa/a oír los discos que oíamos/a tomar los refrescos que tomábamos…/Sólo los amigos lamentarán el final de nuestra historia/ y los árboles vecinos cubrirán las huellas con sus hojas”. (“Elegía a Esperanza”).
El poeta sabe que el amor lo tiene atrapado, que no puede luchar contra el olvido y es entonces cuando sin vacilar, decide regresar a ella para convencerla que vuelva a él. Su actitud de ruego raya en la imploración y veamos lo que sucede: “Espera, amor, no me abandones en esta calle. /No me dejes rígido, estupefacto, oscuro. /No apures tus labios. Ten paciencia…/Olvida que te has preocupado sin necesidad. /Sécate las lágrimas que lavan tus ojos. /Mírame extraviado y solitario en medio de la noche…/por tanto, amor, sígueme/ábreme tu delicada desnudez/persigue las huellas que te llevarán a mi morada/pero no me abandones en esta calle/ni me dejes rígido/ni estupefacto/ni oscuro”. (“Ruego de la espera”).

“Escrito a la orilla de una playa”, es un poema estupendo (porque se presta a que el lector recree su propia interpretación), donde no solo podemos apreciar la ausencia del amor que en más de una ocasión, se paseó por ese parque, por esa playa y con otras parejas, sino que expresa también ese transcurrir del tiempo donde la naturaleza es más resistente y sigue igual; contrario a nosotros que somos tan cambiantes física, síquicas, sentimental y mentalmente. Es la idea del tiempo que marchita nuestra juventud y que se nos va por él:

Escrito a la orilla de una playa

Recuerdo cuando íbamos al parque
y a la playa con las otras parejas.
Y recuerdo también las bancas
y las conchas en la arena.

Hoy he regresado a nuestro parque
a nuestra playa
y he visto que nada ha cambiado.

Ahí están las mismas parejas,
las mismas bancas
y las mismas conchas.
Todo sigue igual, todo,
menos nosotros.

¿Cuál fue la razón para que un amor tan puro se truncara? ¿Qué motivos fueron los causantes de la desunión? He aquí la parte culminante y el meollo de la historia afectuosa que nos relatan estas 10 inspiraciones. La respuesta la encontramos en “Putilla incorregible”: donde sólo hubo “empecinado engaño”, porque “su frágil cuerpo” fue “para muchos/tesoro de alcoba”.
Después de que él descubre la terrible traición de su amada, trata de olvidar la pasión que lo consume alejándose de ella; pero ésta lo acecha y lo espera cuando él sale de su casa “para conversar con sus amigos”, lo “asedia en el camino, en el pupitre, en la cama”; hasta que él le dicta “La sentencia trágica”: “No seré devorado por tus fauces/ni aceptaré tu lucha contra el tiempo/ni haré que cubras tu cabeza con un pañuelo”.
En “Envío después de la ruptura”, el poeta no recurre al insulto ni al reclamo a la amada; pero parece ser que se vale de cierto juego ideológico para dejarle entrever la duda de su amor (ya que se siente herido en su orgullo propio por semejante traición), en aras de ocultarle sus verdaderos sentimientos; entonces, él asume aparentemente, una posición más bien confesional y sincera; pero en el fondo, esta actitud, lógicamente, será para ella, muy dolorosa y le despertará agudamente ese gran sentido de culpabilidad, la cual siempre la embargará de aflicción:

Envío después de la ruptura

No estaba seguro si amaba
a la que habitaba dentro de tí
o a tí misma
o a otra inventada por mí.
No estaba seguro.
De lo que estaba seguro
era de que amaba intensamente.
Y ese amor me llenaba
y me consumía.

“Postal del olvido”, es un testimonio más de esa pasión que él aún, pese a todo, siente por ella. Es un amor que no se lo puede arrancar y no le queda otra alternativa que transmitírselo lleno de desesperación, de amargura y sufrimiento:

Postal del olvido

Olvidado y lejano oigo tus pasos
el golpe tembloroso de mi corazón
el escabroso traficar de mi sangre
la que unida a la tuya iba a fecundar la vida
a encontrar el secreto de los sueños que recogimos de la tierra
a gozar de amor que como lluvia incesante bañaba nuestros cuerpos
¡Oh perdida e irrecobrable estrella de mi alma!
tú que aún eres la ciega y profunda pasión de mi pasado
escucha este canto desde el extremo del mundo
donde el frío intermitente y la nieve continua rodean tus ojos
porque una corriente de lamentos lo acompaña
y nadie, ni siquiera el olvido,
puede detener su dolorosa marcha.

Arellano, no perdona, aunque ama, pero no olvida. Aún con todo el amor que lo consume, su “Sentencia” es firme, y en vano ella sigue intentando regresar al amado. En “Memoria del retorno”, él lo deja todo aclarado y no cede. Y a pesar de verla arrepentida y sufriente, se muestra indiferente a los ruegos que ella le manifiesta con insistencia angustiosa. Veamos lo que pasa:

“Cuando ya te había abandonado
y sumida estaba en el olvido la sensación que
como látigo tenso y ardiente azotaba tu espalda
cuando creía despejado el negro antifaz que cegaba tu vista
apareces súbita, ávida, repentinamente golpeando mi puerta
tiritando de amor, arrastrando los signos de tu antigua inconformidad
queriendo regresar a los días perdidos sin causa
a pesar de haberme entregado entero
a pesar de tu cercanía que transformaba las cosas, los lugares, el tiempo, las personas
a pesar de que juntos perdimos la batalla
……………………………………………………………….
vienes, demasiado tarde, a recobrar lo perdido
lo que ni el recuerdo, ni el dinero, ni el más
agudo deseo puede revivir.
Mas este esfuerzo es en vano
dueña atormentada de mi joven corazón
porque ya no soy el personaje imaginario de tu canción amorosa
ni vivo reducido a borrar tu imagen de mi sueño
…………………………………………………………
porque real y duradera fue la mejor parte que te di de mi alma”.
(“Memoria del retorno”).

Finalmente, toda esta historia que tuvo un comienzo grandioso y maravilloso, idílico y lírico, termina con una abrupta separación por causa de una traición; infidelidad que jamás él la aceptó y que fue objeto de discordias, sufrimientos, desdichas, amarguras y desengaños. Aunque en los siguientes versos, parece vislumbrarse una aceptación inevitable y conformista de esa separación por parte del poeta. Un poco más reposado, añorante, apesarado y sangrante, no le queda más que escribir sobre la sombra que transcurre en su corazón y que siempre cargará en su latente olvido: La historia de un gran amor:

“Hoy termina la historia de nuestro amor.

Hoy nos despedimos para siempre,
nos alejamos en el espacio, nos olvidamos en el tiempo.

Hoy casi nada queda de lo que habíamos construido,
apenas una sombra, una figura que se pierde en la noche,
un rostro repentino que surge a través del recuerdo”.
………………………………………………………
“Tuvimos nuestro cielo en la tierra”.
(“La última canción”)

“La estrella perdida”, encierra un tema único y central: el amor, y todo lo que conlleva en él: pasiones, alegrías, satisfacciones, admiraciones, sinceridades, ruegos, discusiones, traiciones, infidelidades, desdichas, sufrimientos y rompimientos… A través de estos poemas notamos todos los recuerdos de los primeros amores del poeta; los desmoronamientos llenos de tanto dolor; ruegos por parte de ambos; pesar ante esa desunión cuando el poeta visita y contempla ciertos lugares que juntos frecuentaron y que ahí todo sigue igual, menos ese idílico amor que en otro tiempo fue tan hermoso; la infidelidad que causa el derrumbe; luego el dictamen final del ofendido que escribe su feroz sentencia; después el anuncio oficial de la separación a la amada; una postal donde le comunica a ella su decisión de olvido; el arrepentimiento de ella que en vano trata de convencerlo para que vuelva “cuando ya todo es demasiado tarde”; y, finalmente, “La última canción” que cierra el capítulo de la historia de dos adolescente que se amaron y que no pudieron sostenerse debido a los engaños y traiciones.
“La estrella perdida” fue escrito entre los años 64-67 y pertenecía al libro “La fuente prodigiosa”. Su autor en ese entonces cifraba posiblemente entre los 16 y 19 años, por lo que resultan muy buenas y sorprendentes sus creaciones, en las cuales podemos señalar una coherencia bien hilvanada; una simplicidad de los versos meramente exteriorista con ráfagas de imágenes novedosas, comparativas y metafóricas; son poemas impetuosos, sinceros y testimoniales; poseen un fuerte dinamismo debido a la energía que los anima; se leen deliciosamente de corrido con mucha satisfacción de acuerdo a la voluntad y el propósito del poeta; tienen una gran carga musical en su ritmo interior, de tal manera que uno siente la presencia melódica en los versos escritos con una idea precisa y clara.

Jorge Eduardo Arellano, demuestra con estos poemas, una vena de extraordinario poeta, una gran capacidad y soltura creadora. Su despunte en el quehacer poético lo inaugura con la escritura del sentimiento amoroso. Estos poemas, pues, contienen esa “fuente prodigiosa”, en la cual el adolescente autor, claramente desnuda a la palabra desnudándose él, y al descubrir y sentir el amor-belleza en la niña, descubre también el arte de componer versos, la poesía misma. En esta historia amorosa vemos que está planteado el dilema de escoger entre la joven y la literatura; pero por esos misterios que recorren la vida, se le presenta a él la oportunidad (posiblemente debido a la traición), de optar por esta última. La infidelidad y la corazonada de poder convertirse en un hombre de letras, lo salvaron para que se transformara en lo que ahora es; porque seguramente él, “ya estaba predestinado desde antaño” para lo que debería de ser y hacer…

Tomado del libro Recopilación Temporal
del poeta Guillermo Menocal.
Publicación de la Real Academia de la
Lengua de Nicaragua.2008